El ultimátum de Sergio Massa duró pocas horas. Sólo lo suficiente para que recorra los canales de televisión en modo candidato y diciendo que no permitiría las exportaciones de combustible si las petroleras no solucionan el problema de abastecimiento durante la jornada del martes.
Una nueva muestra de dureza discursiva y tibieza política por parte del gobierno panperonista, hoy bajo la égida del ministro y candidato Sergio Massa. Al igual que durante la confrontación con Vicentín, las amenazas del gobierno hacia los grandes empresarios no pasan de las palabras.
Es cierto que las cámaras empresarias del petróleo presionaban para un aumento mayor tras la esperada devaluación post electoral que no fue. Pero no es ninguna sorpresa. Las empresas multinacionales de la energía están entre los sectores más concentrados del empresariado que opera en la Argentina. Su interés siempre será recaudar mayores ganancias a costa del bolsillo de la población argentina.
Un nuevo aumento de los precios del combustible repercutirá fuertemente sobre el poder adquisitivo de los asalariados, ya golpeado por una inflación anual superior al 100%. Como si fuera poco, es sabido que un aumento del precio de los combustibles empuja hacia arriba el resto de los precios por su impacto sobre la cadena de producción y distribución de las mercancías.
La negociación con las empresas no traerá ningún alivio al problema. Para eso haría falta cambiar la matriz energética argentina, todavía marcada por la herencia de las privatizaciones menemistas. A pesar da la prédica oficialista sobre la supuesta soberanía energética alrededor de YPF y Vaca Muerta, siguen siendo las multinacionales petroleras y la especulación financiera las tendencias que marcan las condiciones de juego en el sector.
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