Este martes se cumplieron dos semanas desde que quedara vacante la Presidencia de la Cámara de Representantes estadounidense, tras la moción de censura promovida contra el speaker del republicanismo moderado, Kevin McCarthy. La destitución fue movilizada por otro republicano (el mediático Matt Gaetz) y se materializó como castigo al acuerdo cerrado por McCarthy con el ala demócrata pocos días antes de la moción de censura.
El acuerdo bipartidista de McCarthy buscaba evitar el cierre administrativo del Congreso. Para eso pactó con los legisladores del Partido Demócrata una prórroga para sostener el presupuesto público (que exceptuaba la asistencia militar a Ucrania, una medida sobre la cual el bloque republicano no tiene unanimidad) hasta el 17 de noviembre. El pacto fue categóricamente contraproducente para McCarthy y para el bloque republicano en general. Ahora la Cámara permanece descabezada, lo que impide que el gobierno tome medidas normalmente en temas de política exterior. Cualquier asistencia financiera y militar a Ucrania e Israel deberá esperar al fin de la vacancia legislativa.
Y la vacancia desnuda las contradicciones internas entre los republicanos. Las convulsiones institucionales que atraviesa el gobierno estadounidense no son nuevas, sino que llevan largos meses (y años) gestándose al interior del Estado yanqui y, sobre todo, de su bipartidismo.
El propio McCarthy había llegado al cargo de speaker tras interminables cabildeos. Quince fueron las rondas de votación necesarias a principios de este año para que los representantes republicanos se pusieran de acuerdo en quién sería el líder del bloque mayoritario. El puesto le duró cortos meses.
Y la situación no parece camino a estabilizarse. A dos semanas del comienzo de la vacancia, no hay ningún nombre dentro de la nómina republicana que parezca capaz de encausar el apoyo de la mayoría del bloque. Y la crisis institucional dentro del Congreso ya es calificada como la mayor del último siglo.
La crisis republicana
El trumpista radical Jim Jordan es el nuevo favorito de los republicanos para el cargo speaker. Se impuso como candidato luego de que el ala ultraconservadora del Partido Republicano (el Freedom Caucus o Grupo Libertad) se negara en bloque a aceptar a cualquier candidato que no proviniera de sus filas.
Jordan perdió la primera elección por 17 votos este martes, a exactamente dos semanas del inicio de la vacancia. Pero volverá a presentarse, probablemente más de una vez. Tras el escándalo mediático de la última elección (cuando McCarthy necesitó 15 vueltas para consagrarse) los trumpistas parecen dispuestos a votar la cantidad de veces necesaria.
Por lo pronto, Jordan intentará captar los 17 votos que necesita entre los congresistas republicanos que le retiraron su apoyo. Todos ellos son representantes de Estados en los que Biden ganó la última elección. Por esa razón no ven con buenos ojos la investidura de un candidato abiertamente trumpista, que podría erosionar su imagen en un electorado en disputa.
Jim Jordan es miembro fundador del Freedom Caucus y pertenece a la mesa chica del trumpismo republicano. La comisión investigadora que trató la instigación del Asalto al Capitolio y el intento de desconocimiento de las últimas elecciones lo señaló como uno de los implicados en la operación política dirigida por el propio Trump. Es un promotor a ultranza de la reducción del gasto social y artífice del proyecto de prohibición federal del derecho al aborto. Elise Stefanik, la diputada neoyorquina que candidateó a Jim Jordan, lo presentó como «un luchador del America First» («América primero», el slogan de Donald Trump).
Su postulación expresa un innegable intento de correr el Congreso hacia la derecha por parte del ala ultraconservadora del Partido Republicano. Se trata de un nuevo capítulo de la presión sostenida del trumpismo sobre el régimen político estadounidense. Lo mismo expresó la moción de censura contra McCarthy presentada por Matt Gaetz, también trumpista. Significativamente, el ala ultraconservadora del republicanismo le había exigido a McCarthy nuevas facilidades estatuarias en el funcionamiento del voto de censura antes de nombrarlo speaker. Y luego utilizó dichas facilidades para hacer caer a McCarthy.
Biden y los demócratas
En todo caso, la puja hacia la derecha dentro del Partido Republicano parece contrastar con el tono de la situación social y política dentro del gigante norteamericano. El gobierno de Biden y los demócratas está más en sintonía con la emergencia de movimientos de luchas significativos, como la oleada de huelgas en distintos sectores de la economía, con protagonismo de los trabajadores automotrices.
Los demócratas intentan captar desde arriba la representación de esos sectores, a la vista de que gran porción de las masas estadounidenses mostró su rechazo hacia la antipopular gestión de Trump. Ese rechazó fue el que capitalizó Biden para llegar a la presidencia en 2020.
Pero la crisis palestina emerge como una nueva presión a la que Biden deberá responder, a la vez que agudiza la crisis institucional en el Congreso yanqui. La responsabilidad de la Casa Blanca sobre el desarrollo de los sucesos en la Franja de Gaza y Cisjordiana es directa y evidente. El Estado de Israel es un enclave colonial histórico del gobierno yanqui, un apéndice de la Casa Blanca sobre Oriente.
El asedio genocida del Estado de Israel sobre Gaza ya se impuso como el asunto central en la política internacional, por encima incluso de la Guerra en Ucrania. En estos días, Biden y todo su gabinete están de gira diplomática mientras hacen malabares para intentar evitar que la situación se salga de control. Un genocidio en vivo y en directo podría ser contraproducente incluso para los intereses tácticos del imperialismo yanqui. Sobre todo teniendo en cuenta que Biden viene de dos años de intentar normalizar las relaciones diplomáticas en Oriente (acercar a Israel y Arabia Saudita, limar asperezas con Irán) para mudar el foco de su política exterior al sudeste asiático y (obligadamente) a Ucrania.
En ese contexto, las idas y vueltas de los republicanos podrían tener repercusiones inesperadas en la crisis. En primer lugar, el plazo límite para elegir un nuevo speaker es el 17 de noviembre. De lo contrario, el gobierno quedará administrativamente paralizado. Pero si el trumpismo logra imponer su candidato para speaker también existe la posibilidad de que el Congreso quede virtualmente bloqueado. El Senado tiene mayoría demócrata. Un Presidente trumpista en la Cámara Baja podría paralizar la administración en los hechos.