Claves históricas de la opresión al pueblo palestino

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El principal mito de la propaganda del sionismo es que, con la constitución del Estado de Israel  en 1948, se consagró el “retorno” de los judíos a su tierra milenaria luego de su expulsión por los romanos, la destrucción del Segundo Templo y los cientos de años de la “diáspora”. Según este mito, el Israel de la antigüedad, el que vio nacer a la religión judía, tendría su continuidad en el Israel actual. Los palestinos serían ocupantes que vinieron después de la expulsión de los judíos. Lo cierto es que los palestinos de hoy son en su inmensa mayoría descendientes de los antiguos israelitas.

Con la conquista musulmana del siglo VII, la población local no fue expulsada sino que gradualmente se “arabizó”, adoptando mayoritariamente el idioma árabe, así como la cultura y la religión musulmanas. Durante siglos,  judíos y cristianos convivieron relativamente en paz con la mayoría musulmana bajo los muy diversos regímenes que gobernaron el lugar (los califatos, los reinos cruzados, los selyúcidas, los turcos otomanos, etc).

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Sí es cierto que una parte de la población judía fue sistemáticamente expulsada y perseguida con las sucesivas conquistas de persas, romanos, árabes, etc, a lo largo de siglos. Se constituyeron en comunidades que se fueron asentando en varios lugares del mundo. En Europa en particular, sufrieron la feroz persecución y discriminación de siglos en manos de los cristianos. En ese tiempo, grupos de diversos lugares adoptaron también la religión, haciendo del pueblo judío perseguido uno mucho más diverso, ya no eran todos descendientes de los expulsados de la actual Palestina.

La discriminación y persecución (insistimos, sobre todo cristiana) empujaron a los judíos a los márgenes de las sociedades, que sobrevivían como comunidades relativamente cerradas y segregadas. De la Europa medieval proviene el mito antisemita del “judío usurero”: como muchas autoridades cristianas les prohibían la mayoría de las actividades económicas, como el trabajo de la tierra, fueron empujados a sobrevivir con el comercio, que se realizaba en los márgenes de la sociedad de la época.

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La persecución antisemita fue primero religiosa, luego nacional y, finalmente, racista. Con  la modernización capitalista, en algunos países se alivió pero en otros siguió siendo terrible. El zarismo en particular fue ferozmente antisemita.

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En el siglo XIX, con el surgimiento de las corrientes democráticas y socialistas, emergieron también diversas corrientes que daban respuestas diferentes a cómo emancipar al pueblo judío. Mayoritariamente, simplemente querían que se los dejara vivir en paz, con derechos civiles iguales a los del resto. Tuvo también mucha influencia el socialismo entre los trabajadores judíos. Algunas de sus principales figuras históricas eran de origen judío; ni más ni menos que Karl Marx, Rosa Luxemburgo y León Trotsky.

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Fue en esa época que surgió una corriente ideológica y política nueva: el sionismo. Su programa era el de la constitución de un Estado judío en Palestina. El conflicto en tierras palestinas no es uno milenario, no es religioso, el conflicto moderno comienza con el sionismo político a fines del siglo XIX. Su ideología nacionalista judía no es antigua, es parte del nacionalismo moderno, que pretendía reclamar como “suyo” el territorio palestino con base en los textos bíblicos. Su narrativa era que por siglos los judíos habrían querido regresar a “su” tierra. Durante toda la Edad Media, los judíos gozaron de una posición infinitamente mejor en  las zonas islámicas que en las cristianas.

El periodista húngaro Theodor Herzl, conocido como “Padre del Estado de Israel”, fundó la Organización Sionista. Su política fue muy, muy diferente de la mayoría de las organizaciones judías europeas. No pretendía luchar por los derechos de los judíos contra el antisemitismo. Daban por hecho la segregación. Su orientación fue la de buscar un patrocinador entre las potencias imperialistas, haciendo lobby entre los monarcas de Europa para lograr su apoyo en el reclamo de soberanía sobre una tierra que nunca habían pisado. Así, Herzl se llegó a reunir con el káiser Guillermo II, un convencido antisemita, como parte de esta política.

El sionismo, finalmente, logró el apoyo que buscaba en el imperio más grande de la época: el Imperio Británico.

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Pero el sionismo tenía dos grandes problemas: primero, las masas judías no eran sionistas; segundo, el territorio que reclamaban no estaba en manos británicas sino del Imperio Otomano. Pero algo fundamental cambia con la Primera Guerra Mundial: los otomanos quedan en el bando perdedor y pierden la mayoría de su viejo imperio, Palestina incluida.

En la zona se establece el Mandato Británico, que comienza a darle impulso a las primeras olas migratorias de judíos a principios del siglo XX. Las poblaciones locales judías que vivían allí desde hacía siglos no tuvieron absolutamente nada que ver. Con la protección del imperialismo inglés, se dieron las primeras expulsiones de palestinos de sus tierras en manos de los ocupantes que provenían de Europa. Sin embargo, el sionismo seguía siendo muy minoritario: la mayoría de los judíos que migraban escapando del antisemitismo se iban a Estados Unidos, sin expulsar a nadie, sin apropiarse del hogar de nadie.

Pero en los 20, con la protección inglesa, es que se crea la Haganá, una organización paramilitar que fue luego la base del nuevo ejército israelí.

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Es entonces que se da el gran punto de inflexión: los horrores del nazismo y el Holocausto. Luchar por sus derechos como venían haciendo desde hacía siglos parecía ya algo imposible, huir era todo lo que se podía hacer. Ya con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el hoy abanderado amigo de Israel, el país que lo armó hasta los dientes, Estados Unidos, en un punto se negó a seguir recibiendo refugiados judíos de Europa. Muchas veces los devolvieron a las garras de los nazis.

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Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el sionismo se alía con la principal potencia vencedora, que continúa siendo al día de hoy su principal patrocinador: el imperialismo yanqui. En 1947, con el impulso de Estados Unidos y la complicidad de la URSS estalinista, la ONU vota la partición de Palestina y la conformación de un Estado Judío.

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El 14 de mayo de 1948, la “Agencia Judía” encabezada por Ben-Gurión, proclama la “independencia” de Israel, creando el Estado Sionista en ese acto. El 15 de mayo de 1948 es conmemorado por los palestinos con el nombre de la Nakba, el “día de la catástrofe”. El programa del sionismo era “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. El problema es que la “tierra sin pueblo” sí tenía un pueblo: el palestino. Entonces, si no había una “tierra sin pueblo” había que crearla. El sionismo lanza entonces una campaña de terror contra el pueblo palestino. Las masacres se sucedieron una tras otra en manos de la Haganá o de grupos terroristas como el Irgún. Un ejemplo: el grupo terrorista Leji perpetró junto al Irgún la masacre de Deir Yassin, matando a 120 palestinos. Lejin había negociado en 1941 con el Tercer Reich la expulsión de los judíos de Europa hacia Palestina, como parte de su impulso del proyecto sionista.

Al menos 750.000 palestinos fueron expulsados

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El Estado de Israel es creado sobre una base colonialista, racista y de apartheid. La propaganda imperialista lo presenta como “la única democracia de Medio Oriente” pero los hechos son los hechos. La conformación del “Estado judío” se da sobre la base de la privación de todos los derechos de la población autóctona. Los que no son expulsados son encerrados en verdaderos bantustanes, como se llamaba a los barrios de los negros en Sudáfrica con la segregación racial del Apartheid.

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En 1948 estalla la guerra árabe-israelí que termina con una aplastante victoria sionista sobre los países vecinos. Su superioridad militar ya era inmensa: 60 mil combatientes con apoyo de Europa, la URSS y Estados Unidos contra 25 mil árabes.

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En los años que siguieron, se conforma la Organización para la Liberación de Palestina. Fue una alianza laica y combatiente entre organizaciones del nacionalismo burgués, del “socialismo árabe” y de influencia marxista. Su programa era “democrático radical”: una Palestina única, laica y libre. El programa de una Palestina “única” era la de la conformación de un Estado secular, sin discriminación religiosa ni étnica, en la que pudieran vivir tanto palestinos como judíos. Por supuesto, Israel se oponía y persiguió con ferocidad a ese movimiento, mayoritariamente de izquierda.

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En 1967 se da la llamada Guerra de los Seis Días, que culmina en una nueva victoria de Israel. Es con esa guerra que el Estado sionista prácticamente se fusiona con el imperialismo yanqui y se integra a su complejo industrial-militar. Los palestinos son de nuevo expulsados en masa. Muchos se refugian en los países árabes vecinos. Otros, son finalmente empujados a las dos pequeñas zonas hoy conocidas como “territorio palestino”: Gaza y Cisjordania.

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En las décadas que siguieron, comienzan las capitulaciones de la OLP. Abandona su programa democrático-radical de una Palestina única no racista y comienza a negociar con el sionismo un “Estado palestino”, reconociendo al racista Estado de Israel.

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Es en 1987 que estalla la “Rebelión de las piedras”, la Primera Intifada. Con solamente piedras en sus manos, el pueblo palestino reacciona frente a décadas de segregación y opresión contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La rebelión popular es tan profunda que hasta logra dividir a la sociedad israelí y se gana la simpatía de muchos judíos.

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En 1993 se da la gran capitulación de la OLP: firma con Israel los llamados “Acuerdos de Oslo”. Con Clinton como intermediario de las negociones, Israel reconoce el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina, un seudo Estado comandado por la OLP en los territorios de Gaza y Cisjordania. En los hechos, la ANP no tiene otro poder que el de ser policía de los palestinos en los bantustanes. La política de segregación no sólo continúa, sino que se sigue profundizando. En Cisjordania, nuevos colonos israelíes avanzan sobre territorio palestino, expulsando a su población, masacrándola, robándoles sus casas. Internet es un buen testigo. Hay incluso videos de personas nacidas en Nueva Jersey o en California robando impunemente hogares de palestinos. Al ser judíos, tienen derechos de ciudadanía israelí pese a no haber nacido allí, mientras las familias musulmanas con cientos de años en el lugar no pueden reclamar nada. Lo mismo sucede en Jerusalén Este: los barrios musulmanes son sistemáticamente destruidos, desalojados, para imponer nuevos habitantes.

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Con el evidente fracaso-estafa de Oslo, la OLP pierde peso y legitimidad. Ya no combate al Estado de Israel, se dedica a administrar la miseria, cada día peor y peor, en tierra asediada. Es entonces que comienza a crecer una nueva organización e ideología:el islamismo.En 1987 había sido fundado Hamas, que no tenía ya el programa de una Palestina laica sino otro muy diferente, el de un Estado islámico. El islamismo es para ese entonces una corriente política que crece con la decadencia del nacionalismo burgués árabe y de las derrotas de la izquierda. En el año 2000 se da la Segunda Intifada en esas condiciones, no ya con los métodos de la rebelión popular sino con una ola de atentados suicidas.

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En el año 2006, Hamas gana las elecciones en Gaza, producto de la decadencia y absoluta falta de legitimidad de la OLP. Cisjordania sigue controlada por la ANP. Desde el 2007, Israel mantiene su duro bloqueo contra Gaza. Rodeada por cercas y muros, es conocida como la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. Cisjordania sigue siendo acosada por sistemáticas ocupaciones, expulsiones y pogromos. La incursión reciente de Hamas, con todas sus consecuencias, es la respuesta más reciente a una interminable, durísima, opresión. ¿Qué otra cosa se podía esperar cuando un pueblo es sistemáticamente ultrajado, segregado, bombardeado, asesinado y expulsado?Aún con la política y los métodos de los grupos islámicos, que no son los nuestros en tanto socialistas revolucionarios y son tan diferentes a las rebeliones populares como la Primera Intifada de 1988, la responsabilidad es del gobierno racista y de extrema derecha de Netanyahu que prepara una nueva masacre, dándole continuidad a su política de limpieza étnica. La historia del pueblo palestino es la de la resistencia a una dura opresión, y todavía se está escribiendo.

 

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