Cavallo: del odio popular en 2001 al intento de la derecha de rehabilitarlo

Hasta hace no muchos años, había ciertos personajes que en la política argentina eran mala palabra. Y con justa razón: fueron el objeto del odio popular durante la crisis de 2001, en aquellos días de inmensa rebelión que puso patas para arriba el país neoliberal heredado de los ’90. Probablemente la figura principal de esos personajes detestados, condenados a la muerte política por la insurrección popular fue Domingo Felipe Cavallo. Ahora, aprovechando una nueva escalada de la crisis, la derecha lo intenta restituir.
Fue un signo de época durante largos años en la política nacional. Fue el ministro de Economía cuyas medidas liberales y antipopulares terminaron de hacer estallar la bronca en una de las mayores crisis de la historia del país, bronca que su figura exaltaba y condensaba como casi ningún otro funcionario de la Alianza. Ni siquiera De La Rúa le competía: mientras el presidente era la imagen viva de la ineptitud, Cavallo era por el contrario el cerebro calculador, cuya frialdad y cinismo a la hora de defender sus medidas deleznables sólo hacían acrecentar más el odio popular hacia su figura.
Cavallo había acumulado cierto prestigio relativo en los años ’90, mientras fue el ministro estrella de Menem durante el primer mandato del riojano, lo que lo llevó a ser convocado nuevamente para ese puesto cuando la crisis terminar amenazaba con llevarse puesto a De La Rúa. Había sido el cerebro detrás de la convertibilidad, con la que achacaba haber podido terminar con la hiperinflación con la que había empezado Menem, heredada directamente de Alfonsín.
Por supuesto, la salida de la hiperinflación vía la convertibilidad no fue gratis, y de hecho muchas de la inercias económicas que estallaron en el 2001 provienen precisamente de aquella brutal restricción a la política monetaria y fiscal. La convertibilidad terminó con la inflación, pero al precio de un salvaje desguazamiento del Estado vía privatizaciones, un nuevo ciclo de endeudamiento externo (acuerdos con el FMI mediante) y una destrucción gravísima del entramado productivo del país, que redundó en desindustrialización y un salto enorme en los índices de desempleo. Todo para sostener la artificial estabilidad del «1 a 1».
Cavallo fue quien armó la bomba y fue a él mismo a quien le explotó una década después. Cuando la historia condensa en muy poco tiempo el resultado de largos desarrollos, ese momento en el que Cavallo pasaría al letargo político puede incluso determinarse en un día y un lugar específicos: la historia cuenta que, aquel 20 de diciembre de 2001, cientos de personas rodearon su casa en el barrio de Olivos, no precisamente para saludarlo. Cavallo era tan definidamente la cara del ajuste y el fracaso económico que la gente se tomó esto literal, y marchó a su casa con caretas del ministro. Aquel día Cavallo tuvo que huir de su propia casa frente a la multitud que se agolpaba y, para poder hacerlo, tuvo que usar una careta de sí mismo para no ser reconocido. Como si la historia le tuviera reservada una broma pesada, Cavallo tuvo que huir como marcado con el estigma de llevar en su rostro la cara de Domingo Cavallo.

El retorno de los muertos vivos

Durante casi dos décadas, Cavallo no conoció mucho más público que el nicho académico-liberal de las universidades privadas y los lectores aventureros que se adentraban hasta un recóndito rincón de internet con olor a naftalina, que es su blog personal que lleva su nombre, donde nunca dejó de escribir de economía y política. Pero como si de una conjuración se tratara, el agravamiento del problema inflacionario junto con una situación política polarizada hacia la derecha parecen haberlo sacado de su aislamiento. Inflación, crisis, FMI, endeudamiento, ajuste. Todas palabras que forman ahora parte de nuestro vocabulario cotidiano y que suenan a aquellas de hace dos y tres décadas atras. Y sobre todo una, instalada al gran público desde el ascenso electoral de Javier Milei: dolarización, la prima cercana de aquella convertibilidad ideada por Cavallo.
Es que dos décadas después de aquella crisis histórica, la clase capitalista argentina hizo lo que único que sabe hacer: pugnar por hacer sus negocios sin resolver ningún problema estructural de la economía atrasada y dependiente del país. El personal político a cargo de los sucesivos gobiernos, aun con sus diferencias, no hizo más que estar a la altura de esa pretensión, intentado cuanto mucho emparchar con ropaje social una crisis económica en la que los empresarios nunca dejaron de ganar plata.
En estos últimos años de agudización de la crisis, la palabra maldita que funciona como eje ordenador de todos los males es la inflación. Y no es para menos: para los trabajadores y las mayorías populares es un infierno. Y cuando las crisis son marcadamente inflacionarias, se vuelven más permeables los discursos que apuntan sus dardos al papel del Estado, así como las recetas económicas salvadoras, generalmente ligadas a teorías monetaristas ultraliberales.
Es en este contexto que la figura de Domingo Cavallo vuelve a tomar relevancia, no sólo volviendo a ocupar minutos de aire en el prime time de la TV, sino también logrando que los principales asesores económicos y candidatos a gobernar el país admiten sin reservas que lo visitan y lo consultan. Empezando por el propio Javier Milei, quien confiesa su admiración hacia Cavallo y no se cansa en deshacerse en elogios hacia el plan de convertibilidad.
Cuando parecía que se trataba de un cadáver político, Cavallo vuelve de su largo letargo empujado por una coyuntura política marcadamente corrida a la derecha, que se expresó en el resultado electoral del último 13 de agosto. La derecha intenta volver a restituir a una figura detestada por el pueblo argentino, pero apoyándose en que las urgencias de las penurias económicas de hoy alivianan relativa y momentáneamente las broncas del pasado. Sumado, claro está, al inevitable recambio generacional luego de dos décadas.
Pero no son sólo los «libertarios» los que practican la nigromancia política. También la derecha de Juntos por el Cambio ha acudido a Cavallo las últimas semanas en búsqueda de consejo económico. Luciano Laspina, quien iba a ser el Ministro de Economía de Bullrich antes del desembarco del también menemista y high-profile Carlos Melconian, publicó una foto la semana pasada retratando su visita a Cavallo, «como tantas otras veces», tuiteó. También gente ligada a Horacio Rodríguez Larreta admitió haber estado reuniéndose con el economista.
Larreta, Bullrich, Gerardo Morales, es decir, toda la caterva neoliberal nefasta que nos llevó a la crisis y el ajuste del 2001 y que quiere volver al gobierno busca restituir al mismo principal responsable del desastre económico para volver a traer sus ideas en 2023. Lo mismo vale para Javier Milei, que detrás de una «cara nueva» están dos viejos conocidos de la «casta» y del propio Cavallo en los años ’90: Roque Fernández y Carlos Rodríguez, sus dos principales asesores económicos durante el gobierno de Menem y ejecutores de los planes de privatizaciones masivas.
La clase trabajadora busca una salida a la crisis. Evidentemente, no va a estar de la mano de algunas de las figuras más nefastas que nos llevaron a una de las peores de nuestra historia. La derecha quiere volver a convocar las mismas ideas y personas que nos llevaron al desastre del 2001. Para eso requieren conjurar a figuras del pasado, como una especie de retorno de los muertos vivos. Pero el 2001 no fue solo desastre: también fue rebelión popular, una impresionante irrupción desde abajo de las masas que torció el rumbo del país. La derecha debería tener más cuidado respecto a las fuerzas que pretende conjurar.

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