“‘Al mismo tiempo, hoy más que nunca, frente a la derecha negacionista de Juntos y Milei, hay que gritar bien fuerte que son 30.000 y que fue genocidio. Hay que plantarse contra estos sectores que intentan instalar versiones que relativizan el genocidio y que pretenden igualar el terrorismo de Estado y los crímenes de la Triple A con las distintas acciones de las organizaciones populares de la época’ agregó Castañeira . ‘Es importante movilizar de manera independiente para dejar en claro que hace falta una salida por izquierda en Argentina, que plantee un programa anticapitalista y que se enfrente a todo ataque a las libertades democráticas’”.
Izquierdaweb, 24/3/23
Nada es casual en los vaivenes políticos de nuestro país y el mundo. Con la polarización extrema, llegan también a la Argentina las olas negacionistas en la voz, no ahora de la mano de nostálgicos de la dictadura genocida, aislados de la realidad absolutamente, sino de la mano de los triunfantes libertarios (o liberfachos, mejor dicho).
Se animan a hablar y a difamar ahora, porque los votos conquistados en las PASO les dan el aire para hacerlo. Pero la verdad histórica los desmiente.
Pero no son los únicos que tienen la palabra (y los gritos). Nosotros, las viejas y las nuevas generaciones que luchamos a brazo partido contra el genocidio y sus cómplices de todas las categorías, también la tenemos. Y la hacemos oír y lo seguiremos haciendo. También a los gritos, si es necesario.
Que estén agrandados no significa que no los podamos acallar con las voces de la Memoria, Verdad y Justicia. Porque están inscriptas en nuestra historia, “la verdadera historia”.
Una “verdadera historia” de lucha imparable
Los protagonistas de esa historia fueron, en primer lugar, los/as trabajadores/as. En su mayoría de grandes fábricas automotrices, metalúrgicas, siderúrgicas, alimenticias (Mercedes Benz, Molinos Río de la Plata, Ingenio Ledesma, La Veloz del Norte), a lo largo y ancho del país.
“Distribución de desaparecidos por profesión u ocupación (en porcentajes de víctimas):Obreros: 30,2%; Estudiantes: 21,0%; Empleados: 17,9%; Profesionales: 17,8%; Docentes: 5,7%; Autónomos y varios: 5,0%; Amas de casa: 3,8%; Pers. Fuerzas Seg.: 2,5%; Periodistas: 1,6%; Actores y artistas: 1,3%; Religiosos: 0,3%.
Desaparecidos según edad: De 0 a 15 años: 1,65%. De 16 a 25 años: 43,23%. De 26 a 35 años: 38,16%. De 36 a 45 años: 10,13%. De 46 a 55 años: 4,25%. De 56 a 65 años: 1,92%. Más de 66 años: 0,66%.”(Estadísticas informe Comisión Nacional sobre desaparecidos)
La juventud luchaba en todas las áreas donde estaba incluida socialmente. La Universidad, los colegios secundarios, aun si llegaban a hacer la colimba (el servicio militar obligatorio), como fueron los casos de los conscriptos Alberto Ledo y Ramón Alfredo Olivera. A sangre y fuego contra los rebeldes donde quiera que estuvieran.
“Mayoritariamente, los centros clandestinos funcionaron en dependencias de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales ―bases militares, buques, comisarías, delegaciones policiales, unidades del servicio penitenciario, etc.―, pero también en casas particulares, fábricas, hospitales, escuelas, entre otros. En este sentido, se manifiesta, también, la responsabilidad civil y empresarial que tuvo la represión ilegal. Hasta el momento, se han logrado identificar aproximadamente 800 lugares que tuvieron este uso.” (argentina.gob.ar. Sitios de Memoria)
Hasta el momento, dice con cautela el informe del mismo Estado. ¿Puede haber más que aún no han sido reconocidos? Puede haber más. La mayoría absoluta de los reconocimientos se hicieron, como todos los “descubrimientos”, no por información aportada por los genocidas y sus colaboradores, sino por sobrevivientes y familiares. El centro clandestino llamado Automotores Orletti fue reconocido por un sobreviviente que pasó por allí y distinguió el lugar donde había estado secuestrado. A partir de ahí (después de una larga y engorrosa tramitación) se logró que empezaran a excavar el lugar señalado. ¡Y ahí encontraron las evidencias inconfundibles de que había sido un centro de tortura y muerte!
Pero tomando como base la cifra publicada por el organismo del Estado. ¿Alguien puede creer que un centro abierto por 6, 7 o hasta 8 años, pueden haber pasado sólo 40 prisioneros/as? Seguramente por la ESMA y por Campo de Mayo muchos más. Pongamos ese número hipotético, a la baja. Si pasaron 40 personas por 800 centros, da una cifra 800 x 40=32.000.
No es un problema matemático. Es histórico. Y la historia se pudo contar, no en su totalidad, pero sí con una carga casi completa, por las víctimas. No por sus verdugos. El general Jorge Rafael Videla del genocidio sí lo dijo [(…) La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. (…) (El dictador, María Seoane)], cuando confiaba en su impunidad. Pero ni él ni ningún otro represor posteriormente dio algún dato que colaborara a saber más verdades, a encontrar más nietos/as, más cuerpos.
Esa es la otra cara dramática de un genocidio. La ausencia absoluta de información por parte de sus autores. Desde los más altos mandos hasta el más pinche. Y si había dudas de que alguno dijera algo… corría el riesgo de no sobrevivir. Recordemos el caso del marino Héctor “Selva” Febres que estaba detenido que estuvo a cargo de tareas en la “maternidad” de la ex ESMA, murió en su celda por consumo de cianuro días antes de declarar…
El genocidio es la historia completa, no solamente el número de víctimas. Los negacionistas discuten sobre el número de víctimas, porque es el único dato que está “semioficializado”. No hay un registro completo porque no lo puede haber como no hubo en la Alemania nazi, en Argelia, en Vietnam.
Pero la discusión no es sólo el número, sino el conjunto de atrocidades cometidas contra una vanguardia masiva, trabajadora, juvenil, muy firme, que luchaba, con distintas ideologías o sin ninguna, contra la explotación capitalista.
Por eso discuten sobre números, que no pueden ser “oficiales” porque no pueden discutir sobre el valor humano y moral de todos/as aquellos/as que dieron la vida para conquistar más derechos, paliar más necesidades inmediatas y luchar por un futuro sin explotación ni opresión.
Con los aires que están circulando es una batalla presente a la que hay que responder con los hechos contundentes de la “verdadera historia” y con la reivindicación de los 30.000 porque fueron nuestros/as predecesores de las actuales peleas y delas que se avecinan.
Nos aportaron, además de su lucha y sus convicciones políticas, su firmeza y su solidaridad, tributos indispensables para continuar las futuras batallas contra los ataques a los derechos de las mujeres, los trabajadores y la juventud.