El resonante ascenso electoral de Javier Milei en las últimas PASO sacudió la política nacional. Si bien era factible un escenario de tercios, lo que nadie esperaba era que sea el candidato de la extrema derecha el más votado en la mayoría de los distritos del país. Fue, sin embargo, un triunfo sobre todo en el interior. En el centro del país su ascenso estuvo mucho más mediado, con el peronismo ganando el Conurbano y Juntos por el Cambio la Capital. Y los grandes hechos que cambian el curso de la historia argentina se cocinan, desde hace décadas, en el centro.
El triunfo de la derecha es, por ahora, puramente electoral, y ni siquiera está dicho que gane en las dos rondas electorales que faltan. Hay una diferencia grande con el ascenso de Bolsonaro en Brasil en 2018: para cuando llegó al gobierno, ya había habido una importante derrota de la clase trabajadora a lo largo de los años anteriores. Eso no es lo que ha pasado en Argentina.
Por eso, frente a un eventual escenario en el que la ultraderecha pueda llegar al poder, cosa para nada asegurada, es necesario primero comprender las causas de dicho ascenso, y en segundo lugar, empezar a organizarse para enfrentar los ataques que se vienen.
Una de las causas más importantes es clara: la profunda deslegitimación del progresismo, del supuesto gobierno «popular» que asumió con la enorme legitimidad de que se proponía, supuestamente, terminar con el ajuste de Macri. Mantuvo al país en el acuerdo con el FMI, llevó adelante un durísimo ajuste contra la clase trabajadora y hundió aun más las condiciones de vida de millones. Cualquier otro análisis está supeditado a esta realidad incontestable.
El siguiente paso urgente es organizarse y prepararse para luchar: las propuestas y las ideas de Milei pueden llegar a causar miedo o temor en muchos sectores, pero sus ideas todavía no han pasado por el terreno de la lucha de clases. Gracias a su permanente erosión por parte de los últimos gobiernos, mucho de lo conquistado por los trabajadores y el pueblo es ahora cuestionado por un voto reaccionario. Y para eso hay que estar más organizados que nunca. Les traemos ocho motivos para organizarse de manera urgente contra la extrema derecha.
1. Te quieren esclavo de los empresarios
Con 43% de pobreza, inflación y caída del salario, los defensores de Milei sostienen que no hay nada que temer básicamente porque «no hay nada que perder», que «peor no podemos estar». Pero es totalmente falso: incluso en este contexto de aguda crisis, la clase trabajadora posee derechos y conquistas históricas que un eventual gobierno de Milei va a querer aplastar.
Paritarias, indemnizaciones, aguinaldo, organización sindical, convenios colectivos: son decenas de conquistas que la clase trabajadora argentina fue acumulando con décadas de lucha. El plan de Milei es arrasar con todos esos derechos que, aun en este contexto de crisis, subsisten: que los empresarios te puedan despedir como si fueras material descartable sin pagarte un peso, que si sufrís un accidente o una enfermedad laboral no puedas reclamarle nada al empleador, que las condiciones de contratación sean las que le convenga al empresario arrasando con los convenios colectivos, etc. Básicamente: quieren convertir las relaciones laborales en esclavitud capitalista del Siglo XXI.
Que un porcentaje cada vez mayor de trabajadores no esté alcanzado por estos derechos debido al terrible avance de la precarización laboral en los últimos años no relativiza sino que le da todavía más importancia a esta pelea. Los empresarios -con la vista gorda de los gobiernos- han ido avanzando de hecho con la precarización, pero Milei la quiere dejar escrita por ley, para todos los trabajadores.
2. Quieren un Estado policial y terminar con los DD.HH.
La propia plataforma electoral de Milei propone integrar a los militares en tareas de seguridad interior, o sea, militarizar las calles. Además, usando como excusa el delito, pretenden darle vía libre a la policía para el gatillo fácil, así como bajar la edad de imputabilidad y militarizar los institutos de menores.
Toda esta línea de «mano dura» que se presenta como una supuesta solución frente al problema de la «inseguridad» no es más que la intención de instaurar un régimen político mucho más autoritario y policial, necesario para poder llevar adelante el plan económico de esclavitud del que hablábamos más arriba.
En la misma línea, lo que buscan también es terminar con la histórica lucha por los DD.HH. en nuestro país, garantizando la impunidad a los genocidas (programa representado en la candidata a vicepresidenta, Victoria Villaruel, abierta defensora de la última dictadura), atacando la memoria por los 30.000 desaparecidos y empoderando a las FF.AA.
3. Hay que defender el derecho a la protesta
Ese Estado policial que a Milei le gustaría instaurar tiene como principal objetivo atacar el derecho a la protesta y el derecho a huelga. Ellos saben muy bien que este derecho es la madre de todos los demás que buscan atacar: las conquistas de la clase trabajadora se consiguieron y se defienden en las calles. Por eso una tarea fundamental es defender este derecho frente al régimen represivo que propugna Milei.
La extrema derecha también viene intentando formar sus grupos de choque en varios países. En Trump, los grupos que tomaron el Capitolio son aliados callejeros de neofascistas. En Brasil, Bolsonaro intentó construir su propia milicia dentro de la policía y el ejército. Como lo hizo el fascismo, la nueva extrema derecha quiere organizar sus grupos violentos para ejercer su odio contra los trabajadores, desocupados, mujeres, personas LGBT, etc. Esto no pasó aún en Argentina, y está lejos de haber pasado, pero es parte de los peligros de la extrema derecha en el poder.
4. Defender la soberanía frente al intento de ser colonia de EE.UU.
La nefasta propuesta de dolarización y de cerrar el Banco Central no sólo acarrearía un desastre económico para los trabajadores (implicaría una hiperdevaluación y una licuación brutal de los salarios) sino también una escandalosa entrega de soberanía: el país renunciaría a toda política monetaria y cambiaria, indefenso frente a los vaivenes del mercado internacional y arrodillado frente a los dictados del Departamento del Tesoro de los EE.UU.
Esto, además de la grave entrega que significaría en términos de soberanía, sería también un intento de «vaciamiento democrático»: dejar cuestiones fundamentales de la gestión del país libradas a la política económica de una potencia extranjera, limitando las cuestiones sobre las que el voto popular tiene injerencia.
5. Para defender el derecho al aborto, al colectivo LGBT y pararle la mano a los reaccionarios
Milei ya salió a decir que pretende plesbiscitar el derecho al aborto, y que en caso de que el plebiscito salga negativo, querrá derogar la ley. Hay que defender esa histórica conquista del movimiento de mujeres en las calles, junto con la defensa de la ESI -que Milei también habló de eliminar- y los derechos de la comunidad LGBT.
En la ya mencionada plataforma de Milei se habla de «defender los modos tradicionales de vida», eufemismo con el que buscará construir una sociedad represiva y conservadora, entrometiendo nuevamente a la iglesia (y al Estado) en la vida sexual y reproductiva de las personas. Además, piensa eliminar el Ministerio de la Mujer, y con la excusa de «recortar el gasto público» va a eliminar los ya de por sí pocos programas de atención y prevención contra la violencia de género y los femicidios.
6. Milei quiere terminar con la salud y educación públicas
Mientras el «progresismo» los ajusta y deteriora permanentemente, la ultraderecha quiere hacer mercancías dos derechos básicos como la salud y la educación. Milei ya adelantó su programa de «vouchers» para las escuelas, que en los hechos significa una privatización y un sistema elitista en el que sólo los ricos acceden a una educación de calidad.
En la salud, pretende arancelar todas las prestaciones, haciendo que el que no pueda pagarse un tratamiento o un medicamento simplemente esté condenado a esperar la muerte. Además, tanto en la salud como en la educación pretenden introducir su visión oscurantista del mundo: el sector de Milei fue antivacunas durante la pandemia, y en la educación quiere eliminar la ESI y los contenidos relacionados a mantener viva la memoria de los crímenes de la última dictadura.
7. Es un negacionista del cambio climático
Milei ya se ha expresado explícitamente como un negacionista del cambio climático, aduciendo la ridícula razón de que se trata de una conspiración mundial «de los socialistas» y cosas por el estilo. Justo cuando el calentamiento global muestra su peor cara con temperaturas récords y consecuencias que podrían ser catástróficas cada vez más en el corto plazo.
Si niega el cambio climático, imaginémonos lo que sería la política ambiental: un desastre absoluto, eliminado cualquier mínima regulación con tal de maximizar las ganancias de las empresas en pos de no interrumpir el armonioso desarrollo del «libre mercado». Emprendimientos de alto impacto ambiental como la megaminería contaminante o las petroleros offshore tendrían vía libre para contaminar nuestros ríos y nuestro mar.
8. Su «modelo» perpetúa y empeora el atraso del país y la sumisión a las potencias extranjeras
La apertura económica indiscriminada que propone Milei no redundará en una «lluvia de inversiones» que desarrolle al país sino todo lo contrario: un brutal saqueo de nuestros recursos por parte de empresas extranjeras, desde el litio hasta el gas y petróleo de Vaca Muerta, a cargo de una YPF que Milei pretende privatizar nuevamente.
Este modelo conduciría a un capitalismo desaforado tercermundista, con empresas multinacionales saqueando los recursos primarios del país sin que eso redunde en desarrollo de ningún tipo, mientras se pretende que los trabajadores sean esclavos cobrando salarios de miseria, todo en pos de «agradar a los mercados».
Todas estas consecuencias pueden sonar atemorizantes, y sin dudas que el peligro es real, pero la verdadera y última forma en la que se enfrentará a la extrema derecha será mediante la organización para salir a luchar en defensa de todos nuestros derechos, para las que hay razones de sobra.