PASO: los números de la elección (y las incógnitas que dejan)

Aquí no nos detendremos en el análisis del resultado en su conjunto y el significado de la votación de Milei, temas que se tratan en la nota editorial. Nos concentraremos, en cambio, en hilar un poco más fino en el aspecto “aritmético” de la elección y algunas consideraciones sobre los posibles escenarios electorales que se abren hacia octubre.

Una votación a la derecha

Contra los análisis-justificación que ensayan en particular las distintas vertientes del peronismo, desde el kirchnerismo duro hasta el massismo, no hay lugar para decir que “el votante de Milei votó con bronca a lo que ya conoce”, que “la gente votó a Milei sin conocer o sin compartir sus propuestas” y que, por lo tanto, “la votación a Milei no es de derecha”. Eso es confundir (interesadamente) los deseos con los hechos: el 30% de Milei y el 28% de Juntos por el Cambio configuran una votación a la derecha. Además, en la interna de JxC se impuso la candidata más claramente derechista –y más cercana, en todo sentido, a Milei–, Patricia Bullrich, con el 17% contra el 11,3% del centro derecha Larreta (que, para colmo, había lanzado una represión feroz, que dejó un compañero muerto en pleno Obelisco, en la víspera de la elección, tratando de dar un mensaje de “dureza”).

No tiene sentido aventurar –por otra parte, sin datos serios y a partir de puras especulaciones o anécdotas– que debido a la típica pluralidad de motivaciones subjetivas del voto, y en el contexto actual de desprestigio de las opciones tradicionales, se trató de un “voto castigo” sin signo político claro. Máxime cuando hay que reconocer que, a diferencia de Macri –que en 2015 hizo una campaña demagógica y mentirosa que buscó ocultar su programa de gobierno–, Milei no engaña a nadie y dice a los cuatro vientos lo que piensa hacer.[1]

El peronismo en su conjunto hizo una elección muy floja: Massa estuvo lejos de su ya modesta aspiración de ser el candidato más votado –si bien con su 21,4% superó individualmente a los dos candidatos de JxC– y el “operativo contención por izquierda” de la lista de Grabois fue moderadamente exitoso (probablemente le sacó votos a la izquierda marxista), pero su casi 6%, aunque digno, no pudo sumar demasiado a un frente peronista que, por primera vez desde que existe en la historia política argentina, no fue ni la primera ni la segunda fuerza (sin olvidar que se trata de PASO y no de elecciones definitivas).

También la elección de JxC fue muy floja, sobre todo teniendo en cuenta sus expectativas: prácticamente desde hace un año tenían la absoluta convicción de que iban a ser los ganadores de la elección de 2023 y formar gobierno. Aunque eso por supuesto no está descartado, el resultado de las PASO indica que no sería ninguna sorpresa que termine quedando incluso fuera de una eventual segunda vuelta. Recordemos que en una elección parlamentaria como la de 2021, JxC había sido la fuerza más votada con el 42% a nivel nacional. En estas PASO, que por ser presidenciales invitaban a más polarización, perdió nada menos que un tercio de ese caudal, que evidentemente fue a parar en su totalidad a Milei.

Como dijimos, el hecho de que Bullrich se impusiera holgadamente a Larreta (la relación interna fue 60-40) en casi todos los distritos –Larreta se llevó sólo tres provincias, ninguna de las grandes, ninguna de las pocas donde triunfó JxC y ni siquiera ganó la Ciudad, donde gobierna hace ocho años– también marca un corrimiento a la derecha del electorado. Incluso la pobrísima performance de la izquierda, que veremos en párrafo aparte, confirma ese diagnóstico elemental para cualquiera que mire la realidad sin anteojos populistas.

¿De dónde salieron los votos de Milei?

En este punto consideramos necesario correrse de los análisis superficiales, impresionistas o de sociologismo vulgar de la mayoría de los periodistas y opinólogos –en general, más para lamerse las heridas que para aportar datos serios– que pululan en los medios tradicionales y en las redes. En todo caso, es muy pronto para hacer una lectura de las (sin duda muy heterogéneas) motivaciones profundas de los votantes de Milei. Por ahora, lo único seguro es que el voto a Milei fue utilizado como instrumento para castigar a la actual gestión sin por eso avalar la del macrismo.

Seguramente que la mayor parte del voto a Mieli no es particularmente ideologizada, ni siquiera muy politizada. Pero eso es clásico de todas las fuerzas de derecha, que por lo general sólo tienen un núcleo duro de votantes muy ideológicos; el resto es habitualmente un voto poco politizado pero sensible a determinados “motivos” utilizados por la derecha. En el caso de Milei y Argentina, el odio a los “planeros” (que abraza implícita o explícitamente la ultrarreaccionaria teoría “meritocrática”), el rechazo al gasto social, el machismo desembozado y varios otros tópicos que han sido generosamente sembrados durante años por el “establishment cultural” de los grandes medios.

Dicho esto, vamos a detenernos en el origen del voto a Milei no con especulaciones pseudoculturales, ni con consideraciones sobre el estado de la juventud actual, ni con psicoanálisis de masas, sino con algo más verificable: a quién habían votado antes los que en agosto votaron a Milei.

Un cuadro comparativo por distrito que muestre los porcentajes del peronismo, de JxC y de los partidos provinciales en la elección anterior (octubre de 2021) y en las últimas PASO resulta sumamente ilustrativo y evita discusiones inútiles:

Caída PJ Caída JC Caída Milei Part. Milei
21 vs 23 21 vs 23 PJ + JC 2023 Prov. 2021
Buenos Aires 6,4 10,7 17,1 24,5   7,5
CABA 1,5 -1,3 0,2 17,8   17,0
Córdoba 1,8 28,8 30,6 33,6 28,8 2,3
Santa Fe 10,2 8,7 18,9 35,2 16,7
Mendoza 9,2 21,3 30,5 44,8 13,1
Catamarca 10,4 16,6 27,0 24,7  
Chaco 9,5 15,7 25,2 28,9 8,0
Chubut 5,5 13,7 19,2 39,4 25,0
Corrientes 7,0 24,6 31,6 29,2  
Entre Ríos 2,6 22,4 25,0 22,0  
Formosa 12,4 18,5 30,9 25,5  
Jujuy 5,0 25,2 30,2 39,8  
La Pampa 14,2 19,6 33,8 32,8  
La Rioja 24,5 7,8 32,3 36,4  
Misiones 9,4 21,9 31,3 43,0  
Neuquén -2,4 0,0 -2,4 39,0 43,4
Río Negro 0,2 6,0 6,2 37,3 37,3
Salta 7,6 13,2 20,8 49,4 25,6
San Juan 14,5 14,3 28,8 34,2 8,6
San Luis 28,1 22,6 50,7 47,9  
Santa Cruz 6,2 19,4 25,6 29,0 28,3
Santiago del Est. 9,4 3,1 12,5 27,0 9,2
Tierra del Fuego 10,4 8,1 18,5 35,3 22,9
Tucumán 9,3 18,2 27,5 36,0 14,4
TOTAL 5,6 13,7 19,3 30,0
Distritos ganados 4 10 14 16 2

 

Incluso un vistazo rápido a la tabla muestra que los votos de Milei se originan en tres fuentes principales: en primer lugar, JxC (en el caso de Córdoba y Entre Ríos, de manera excluyente); en segundo lugar, el PJ, sobre todo en el interior, y finalmente, en provincias como Neuquén y Río Negro, de la inexistencia del voto a los partidos provinciales en una elección nacional (el único partido provincial que se sostuvo fue el “peronismo cordobesista” de Schiaretti, pero su candidatura “nacional” sólo tuvo peso en Córdoba). De todos modos, en la mayoría de las provincias donde ganó Milei, el grueso de su caudal electoral surgió de una combinación de captura de votos de esas tres vertientes.

Aquí es importante destacar que el “fenómeno Milei” se hizo fuerte esencialmente en el interior, no en el centro político del país. Es cierto que en la provincia de Buenos Aires el espacio de Milei (que en 2021 ocupó Espert) creció verticalmente del 7 al 24,5%, con votaciones importantes en el conurbano. Aún así, de los 24 distritos del país, los únicos tres donde Milei obtuvo menos del 25% fueron precisamente Buenos Aires, Entre Ríos (22,5%) y la Ciudad de Buenos Aires (17,8%, prácticamente el mismo resultado que en 2021, cuando Milei fue candidato a diputado en CABA).

Milei ganó en 16 de las 24 provincias del país. El peronismo y JxC perdieron ante Milei el primer puesto obtenido en 2021 en 4 y 10 provincias, respectivamente; en las otras dos se habían impuesto partidos provinciales. El peronismo sólo logró retener bastiones históricos como Chaco, Formosa, Santiago del Estero y Catamarca. Logró un triunfo no muy holgado pero claro en Buenos Aires, y cayó ante Milei en Tucumán, Salta, La Rioja, San Juan, San Luis y Tierra del Fuego. Mucho peor le fue a JxC, que sólo se impuso en tres distritos: CABA, Corrientes y Entre Ríos, y cedió ante Milei plazas fuertísimas de ese espacio como Córdoba, Mendoza y Jujuy. El saldo es claro: aunque la distribución de la captura fue diversa según el distrito, y sin duda el más perjudicado fue JxC, La Libertad Avanza se alzó con votos de todas las vertientes. Posiblemente hasta de la izquierda.

Fuerte retroceso de la izquierda

Para ser breves, diremos que las PASO 2023 fueron la peor elección de la izquierda en su conjunto desde 2011, tanto en números absolutos como en porcentajes. El FITU –una alianza de cuatro partidos, recordemos– apenas obtuvo el 2,65% a nivel nacional; sumando al Nuevo MAS y a Política Obrera, el total sólo llega al 3,27%.

También aquí, el balance político más global se hace en nota aparte, sólo señalaremos los aspectos “aritmético-políticos” de esta floja votación. El FITU estuvo atravesado por la interna PTS-PO, que dejó como ganador al PTS, que con IS obtuvo 442.000 votos (un 1,86% a nivel nacional), contra 187.000 del bloque PO-MST (el 0,78%). En ese marco, los 87.000 votos del Nuevo MAS muestran que pese a la ventaja del FITU de ir en frentes (ni hablar de la sideral diferencia de aparato y gasto de campaña), las proporciones entre las fuerzas del FITU y nuestro partido no se salen de cauce. Lo que hubo en general, para toda la izquierda, fue una nivelación hacia abajo.

Posiblemente quien más tenga para lamentar fue el PO, que a esta altura debería bajarse de sus habituales niveles de autoproclamación y asumir que incluso en frente con la agrupación más oportunista de la izquierda, el MST, apenas llegó a la mitad de los votos necesarios para superar el piso proscriptivo del 1,5%.[2] Cuál va a ser el futuro de un FITU que ahora suma el bajo desempeño electoral a la crisis política entre sus integrantes, antes tapada por los “éxitos” –con estas cifras, el FITU está muy lejos de siquiera pensar en obtener diputados–, nadie lo sabe. Es posible que haya novedades en el frente después de octubre.

Es cierto que los 780.000 votos globales de la izquierda siguen marcando que conserva su condición de espacio minoritario –ahora achicado– pero real, no marginal, y tiene un piso que no se perfora. De todos modos, y habida cuenta de que la elección que viene en octubre será aún más polarizada, lo más probable, lamentablemente, es que, lejos de crecer, la performance electoral de la izquierda sufra bajo los embates del “voto útil”, que el perfil rutinario y anodino de la campaña del FITU hasta ahora –agravado por sus divisiones internas– podrá hacer poco para resistir.

El camino a octubre, rodeado de incertidumbre

Incertidumbre es, en efecto, la palabra que todos pronuncian y el escenario que todos, y en particular la clase capitalista, detestan. Y ya no sólo por el resultado final electoral: las condiciones de la economía agravadas por la crisis política de un gobierno que sale tercero y que no tiene asegurado un lugar en el ballotage no harán más que profundizar los movimientos especulativos políticos, económicos y financieros.

Una primera muestra fue, por supuesto, el día después, cuando el gobierno, anticipando una posible y peligrosísima corrida cambiaria, decidió una devaluación del tipo de cambio oficial del 20%, aun a sabiendas de que eso no hace más que socavar sus chances electorales. Pero la necesidad tiene cara de hereje.

Por lo tanto, nos esperan dos meses de incertidumbre y zozobra: desde la necesidad del acuerdo con el FMI –que naturalmente aprovechará para imponer condiciones más duras, aún sin soltarle la mano al gobierno– hasta Massa oficiando menos de candidato que de bombero para frenar las posibles corridas. Los rumores alarmistas y alarmantes estarán a la orden del día casi a diario.

Por otra parte, como señalamos, el hecho de que hay dos lugares para tres fuerzas en un eventual ballotage (y nadie sabe hoy quién se quedará afuera) causa profunda inquietud en “los mercados”, que no saben a qué atenerse. De hecho, no sería de extrañar que varios actores del llamado “círculo rojo” (lo más granado del poder económico capitalista) estén lamentando amargamente haber jugado al aprendiz de brujo alentando la candidatura de Milei. Parecía una excelente idea potenciarlo para correr la agenda a la derecha y garantizar mejor plafón político para una nueva gestión de Juntos por el Cambio, en cualquiera de sus variantes. Pero la apuesta salió mal: la salsa se comió al pollo, y quien por ahora –si se mantiene el escenario actual, lo que no es nada seguro– podría estar más cerca de tener un lugar en la segunda vuelta es Milei (aunque dependerá de elementos no sólo electorales sino de cómo se procese el resultado de las PASO entre los trabajadores, además de eventuales eventos de lucha de clases). Juntos por el Cambio deberá pelear con el peronismo el otro puesto. Así, los que creían tener la elección en el bolsillo pueden terminar quedándose sin nada. Por eso en los sectores más orgánicos de la burguesía argentina (y del imperialismo), que no sólo no se ven representados por Milei sino que sienten temor por su volatilidad volcánica, lo que hay es nerviosismo.[3]

Milei, como de costumbre, bravuconea que va a ganar “en primera vuelta”. Hoy eso es una exageración total, pero atención: contra los peronistas optimistas que hacen cuentas de los millones que quedaron sin votar (la participación electoral fue del 69%, la más baja desde que existen las PASO) y el millón de votos en blanco, no hay mayores razones para creer que esos votantes –por definición, los más despolitizados o “antipolítica”– vayan a inclinarse por Massa antes que por Milei o Bullrich. El perfil de esos votantes podría tener más afinidad con los candidatos más de derecha. Un factor decisivo será lo que ocurra en estos próximos dos meses, que prometen ser un verdadero tembladeral.


[1] Es verdad que, consciente de que la propuesta de dolarización dejaba algunas dudas, en algún tramo de la campaña La Libertad Avanza buscó lavarla un poco (además de la turbiedad de sus misteriosos “acuerdos con fondos de inversión” para dolarizar). Pero en general nadie puede decir honestamente que Milei se caracteriza por ocultar ni sus fines ni sus medios.

[2] En ese sentido, es escandaloso que el PTS haya centrado sus denuncias de último momento el día de la votación en la absolutamente secundaria cuestión de los problemas con el voto electrónico en CABA cuando los límites del régimen no son técnicos (papel o voto electrónico), en vez de aprovechar la oportunidad, como hizo nuestro partido, para denunciar el piso proscriptivo del 1,5%. ¿Realmente creen que no es urgente esa denuncia y que en cambio sigue valiendo la pena usufructuar ese piso en las internas de la izquierda, siendo que el FITU íntegro, con sus cuatro partidos, no pudo superar el 1,5% en 10 de los 24 distritos del país?

[3] Así lo resume María Moyano Hidalgo, de la consultora Adcap: “Los inversores offshore tienen mucho escepticismo de la capacidad de implementación de las medidas que Milei plantea. La primera reacción del mercado no fue buena”, mientras que un informe previo a las primarias de Goldman Sachs decía que “Milei genera incertidumbre por sus propuestas políticas ‘radicales’” (J.P. Marino, Ámbito Financiero, 15-8-23). Si ya estaban preocupados antes de las elecciones, con el resultado puesto este venerable patriarca de la banca internacional debe estar más bien alarmado.

 

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