Milei: Una declaración de guerra contra la clase obrera

“No hubo un epicentro del terremoto electoral, pero sí un origen: la Capital Federal. Sin embargo, no fue allí donde obtuvo su mayor magnitud este domingo, sino en las réplicas que se dieron en las provincias. Contrariamente a lo que se pensaba, fue un voto del interior (…) Se impuso en las zonas populares del GBA y en las provincias. Lo llamativo son las provincias: Mendoza, San Juan, San Luis”

La Nación, Federico González del Solar, 15/08/23

En este primer texto queremos centrarnos en lo más objetivo; nos parece que lo más importante es ubicarnos en eso. Sobre la izquierda, lo que nos interesa en este texto es su balance político, no tanto los datos comparativos, que saldrán en otros textos, aunque partiendo de la base de que, evidentemente, la elección de la izquierda en general fue muy floja. Eso no quita que nuestro partido haya hecho una campaña electoral histórica que va más allá de los magros resultados en votos (aunque las proporciones con el resto no son malas), y que más allá de nuestra envergadura actual nos conecta con las batallas que vienen: la guerra de clases que ha quedado planteada.

Para todas las definiciones que hagamos, sin embargo, tengamos presente que se trata de elecciones PASO, que falta para octubre y, eventualmente, noviembre. Muchas cosas podrían cambiar, más allá de que en lo inmediato se abre una nueva coyuntura que requiere explicar pacientemente y lograr anuencia para la acción, no salir a tontas y locas sino dialogando con la sociedad explotada y oprimida.

En todo caso, en este texto haremos las definiciones de trazo más grueso sobre la elección, sobre el significado de Milei, la inédita votación en la Argentina a este personaje de extrema derecha[1], algunas anotaciones sobre la coyuntura inmediata y sobre el balance político de la izquierda y el partido. Todas definiciones a ser debatidas colectivamente en el partido y en la amplia vanguardia para ir logrando más precisiones y finura en la política y en la orientación.

  1. El significado de la irrupción electoral de Milei

La primera definición es que el tipo tiene, por la suma aritmética de los votos –se verá sí y cómo irrumpe la lucha de clases para dar vuelta el panorama– la posibilidad de pasar al balotaje e incluso ganarlo. Si sumamos los 31 puntos de Milei y los 17 de la Bullrich, alcanzan casi el 50%. Ese hecho, si se concretara –aunque no está escrito para nada que se concrete–, sería una declaración de guerra a la clase obrera argentina, aunque quizás la clase obrera no tenga plena conciencia de esto al comienzo de esa experiencia, si es que se da (hay que dejar anotado que estamos haciendo este informe sobre la marcha; que comienza a haber reacciones y debates en los lugares de trabajo en relación a los que votaron a Milei).

Un gobierno de Milei en la Argentina estaría casi completamente fuera de foco respecto de las relaciones de fuerzas reales entre las clases que todavía operan en el país. Hay que recordar que en Brasil –segunda definición– hubo un procesamiento político antes de que llegara Bolsonaro al gobierno en 2018. Hubo movilizaciones de derecha en 2015 y 2016, sin olvidar que las progresivas jornadas del 2013 contra el gobierno de Dilma Roussef terminaron girando a la derecha, a la anti-política; después vino el golpe parlamentario que sacó a Dilma, donde el PT traicionó y no hizo nada; hubo también traición de Lula, que se presentó a la Justicia para ir a la cárcel (dijo al entregarse: “confío en la Justicia”[2]); y hubo gobierno de Michael Temer con las contrarreformas laboral y jubilatoria.

Es decir: hubo una secuencia de derrotas y no solamente eventos electorales. Hubo marxistas que llegaron a decir que Brasil estaba pasando por una etapa “gélida”, profundamente reaccionaria. Es en ese contexto más general, y no sólo electoral, que llegó Bolsonaro, es decir, luego de todo ese procesamiento anterior. Bolsonaro fue, más bien, una resultante de todo ese proceso más que su primer movimiento.

En la Argentina, lo de Milei es un fenómeno, por ahora, más puramente electoral, aunque tiene que ver con el balance del kirchnerismo: el fracaso del progresismo (lo que para Brasil sería el “reformismo sin reformas”). También tiene que ver, y esto es más grave, con el agotamiento del Argentinazo, con los límites que el mismo tuvo en relación a lo más concentrado de la clase obrera, donde no llegó del todo a impactar más allá del proceso de recomposición de la vanguardia obrera marcado por luchas y derrotas (Kraft, Gestamp y Lear), y también por luchas y triunfos (más o menos reabsorbidos desde el punto de vista clasista) como el del neumático.

Sin embargo, no se trata solamente del Argentinazo. El resultado electoral de Milei se trata –objetivamente, las motivaciones subjetivas del voto son otro cantar, aunque sin duda se trata de un voto reaccionario– de una provocación contra la estructura misma del movimiento obrero argentino, a la que no pudo aplastar ni siquiera la dictadura militar. Ni la dictadura con sus 30.000 desaparecidos pudo terminar con los sindicatos, a pesar del rol siniestro jugado en todo ese período por la burocracia sindical.

Milei no es Menem. Lo de Milei amenaza con ser más profundo y reaccionario. Lógicamente todavía debería ganar la elección y concretar lo que amenaza, y todo eso no está para nada escrito.

Lo de Menem fue un ataque “económico” y también sindical, claro, además de que les dio el indulto a los militares. Fue reaccionario, pero a la manera de un político tradicional peronista, con otras ataduras sociales también. Milei es otra cosa: es un personaje de extrema derecha que puede llegar a la presidencia vía el régimen de 1983, vía la democracia burguesa, algo inédito en el país.[3]

Sin embargo, así como sería un grave error subestimar a Milei o a Bullrich, también sería erróneo perder de vista todas las mediaciones que existen, sobrestimarlo e impresionarse. Ocurre que estos tipos de La Libertad Avanza juegan con fuego. Su programa es una provocación. ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que tiene que haber un procesamiento en la lucha de clases, materialista. Porque no es sólo un ataque al movimiento de desocupados, o a la juventud o al movimiento de mujeres: sería un ataque en regla contra la clase obrera, contra los sindicatos también, y contra todas las condiciones laborales y de vida de la clase obrera, que en la Argentina están muy entremezcladas con el peronismo, con la estructura del peronismo y la burocracia sindical.[4]

¿Un ataque a todas las condiciones de la clase obrera? Bueno, los quiero ver. Aunque la burocracia sindical peronista es pérfida, de ultraderecha, tan genuflexa y traidora como la brasileña, habrá que ver si la clase obrera, sintiendo el peligro y el ataque, la pasa por arriba. Seguramente habrá también con los K momentos de unidad de acción y frente único, en los que en todos los casos habrá que cuidarse, aunque sin ningún sectarismo, de mantener nuestra independencia política y de acción.

También es real que el aparato de la burocracia argentina es más fuerte que el de la brasileña (otra cosa es el aparato político del PT, que no nos interesa acá), que la burocracia peronista argentina tiene intereses propios y, en ese sentido, es también una estructura “política” y no sólo sindical. En los años ’90, la mayoría de la burocracia de la CGT, los “gordos”, se alinearon sin chistar con Menem. El MTA, la CTA y la CCC convocaron a algunas medidas, aunque inconsecuentes; lo que desestabilizó todo fue la irrupción de un movimiento de masas piquetero que en ese momento era independiente.[5] Pero Menem no atacó la estructura misma de los sindicatos, como amenaza hacer Milei.

Además, hay otro problema central para las perspectivas que vienen: el batacazo de Milei es muy desde el interior del país, y en la Argentina las cosas se cocinan, desde la caída de la dictadura, en el centro (en los años 70 fue desde Córdoba el factor de irradiación; desde la caída de la dictadura el factor de irradiación es desde el centro del país). Esa es una diferencia geográfica-estratégica importante con Brasil, por ejemplo, que es un país continente descentralizado, con varios centros, y su capital, Brasilia, está aislada a dos mil kilómetros de los principales centros: San Pablo, Río de Janeiro,  Belo Horizonte y Porto Alegre (lo que se llama el “triángulo sureño”).[6] Milei saca el 17% en Capital y el 25% en provincia de Buenos Aires. Es clásico de las revoluciones y contrarrevoluciones que el interior atrase, que vaya más a la derecha que el centro político. La Revolución Alemana de 1919 fracasa porque no pudo arrastrar al país, lo mismo que la Comuna de París en 1871. El éxito de la Revolución Rusa de 1917 fue porque arrastró al país, y el éxito de la Revolución Francesa fue porque arrastró al campesinado (en ambos casos le dieron la tierra al campesinado).[7]

Milei no ganó el centro del país, eso es un dato objetivo, no es puro análisis. Ese voto a Milei refleja cierta pérdida de brújula de clase. Pero hay que ver bien su composición: cuánto hay de voto obrero, no “pobre” o precarizado. La composición del voto a Milei hay que discutirla con calma y profundidad en el seno de la izquierda y el partido: no es un voto esencialmente obrero, sino de sectores más pobres y excluidos, además de la clase media reaccionaria del interior y de los varones jóvenes que reaccionan frente a las conquistas del movimiento de mujeres y la ruptura de las relaciones tradicionales entre los hombres, las mujeres, la comunidad lgbtt, etc.

Todos los fenómenos parecidos, Bolsonaro, Vox, el Front National, no son esencialmente de voto obrero; el voto obrero fue básicamente a Massa, al menos en GBA; no tenemos claro qué pasó en Córdoba, aunque debe haber ido a Schiaretti. El voto de Milei se nutre de elementos de desclasamiento, de pequeños propietarios, también de trabajadores precarizados o algunos muy interpelados por cosas como el repudio a los planes y a los punteros del peronismo, el machismo, etc. Y también el voto de sectores de clase media resentida e incluso pudiente, como ya señalamos. Es bastante “transversal” en ese sentido, pero no es, esencialmente, un voto de la clase obrera ni de la juventud más o menos educada, ni de las mujeres lógicamente.

Milei tiene otro problema más orgánico, más estructural: al menos hasta el momento, no tiene apoyo de las fuerzas armadas, como tiene Bolsonaro. Puede haber simpatía entre los militares argentinos por Milei, pero lo que decimos es que las FFAA argentinas no tienen hoy –al menos hasta ahora– el lugar que tienen en Brasil. Tampoco tiene el apoyo de las iglesias pentecostales por ahora. ¿Qué tiene? ¿Así va a ir a la guerra contra la clase obrera argentina?

Lógicamente que todo esto puede cambiar. No hay que hacer tampoco ninguna definición que relativice las cosas, aunque, insistimos, tampoco hay que impresionarse. No sabemos aún qué va a decidir la burguesía. Por ejemplo, con el FMI tiene que establecer una relación; hasta ahora se ha dedicado a denunciarlo y a afirmar que de llegar al gobierno haría “un ajuste muchísimo más fuerte que el del FMI”.

Sin embargo, sin duda, con lo que tenga, por ejemplo el apoyo de Macri y Bullrich, va a ir a la guerra si gana el balotaje: para nada hay que subestimar el peligro que representa, además de que arrastra sin duda legitimación por el derrumbe del progresismo. Milei critica abiertamente el concepto mismo de “justicia social”, defiende el egoísmo social, una idea del arsenal del “emprendedurismo” a lo Bolsonaro, el self made man del mercado libre.[8] Cuánta legitimación puede generar, aún no lo sabemos. Tampoco si va a ganar las elecciones, aunque es real que algunas personas de su base social se sienten “empoderadas” y no es el momento de caer en provocaciones. Hay que dejar que pasen unos días y pase un poco la bruma del smog negro que dejó su votación, e ir organizando la respuesta a partir de la explicación paciente del fenómeno, de sus alcances y límites.

Pero repetimos que también es verdad que si se impone electoralmente, hay reservas en la clase obrera: ¡se va a ir a una guerra de clases sin duda alguna! Esto es análisis materialista de las relaciones de fuerzas, sobre todo en el centro del país.

Nada de esto niega el significado de su votación con el 31%. En ese sentido el “balance” es brutal, hay que ser claros en esto, es un shock su votación. Porque además es una reafirmación del capitalismo contra las veleidades progresistas; es una reafirmación de las reglas del mercado, del imperio de la propiedad privada. Eso es lo que acaba de hacer la clase capitalista por intermedio de Milei: ¡reafirmar las reglas de juego del capitalismo desnudo!

Es algo profundo: en medio de un cuestionamiento global al capitalismo, los tipos se reafirman, de ahí su contenido altamente reaccionario, aunque atención que no deja de ser un fenómeno político electoral; no tiene grandes “fuerzas de choque”.[9] A nivel internacional están los dos fenómenos: está muy mal el “progresismo” pero hay un cuestionamiento al capitalismo, sobre todo en la juventud –nueva clase obrera precarizada tipo repartidores, ecologistas, movimiento de mujeres, movimientos de autodeterminación nacional, etc.–. Y está la afirmación reaccionaria explícita del capitalismo, que es lo que expresan Trump, Bolsonaro, Netanyahu, etc. No es casual que Milei destaque a Israel entre sus potenciales aliados internacionales, y afirme que si gana la elección trasladará la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, en una abierta provocación al pueblo palestino.

Esta reafirmación reaccionaria del capitalismo es la que sacó el 30% de los votos (más el 17 de Bullrich); es demasiado para infravalorarlo. El Front Nactional en Francia (Rassemblement National) nunca pasó el 25% en primera vuelta. En segunda vuelta sí llegó al 40%, pero el piso del cual se parte para un balotaje no es menor.

Entonces el escenario es ese: es grave, ¡aunque no está nada cerrado! Si decimos que no es grave, somos idiotas. Pero no nos vamos a asustar, porque hay reservas en la clase obrera; porque se trata de una declaración de guerra sin un procesamiento previo; porque es un fenómeno más del interior que presiona sobre el centro, pero, precisamente, el centro político del país no está tan a la derecha. Y además, porque expresa otra estructura social: aun con degradación y todo, hay reservas sin duda alguna en la clase obrera, en sus porciones más concentradas, y a eso deberá enfrentarse un eventual gobierno de Milei o Bullrich o una coalición entre ellos.

  1. Hay que saber no capitular a las presiones del régimen

La otra complejidad es que no sabemos si la burguesía quiere a Milei presidente. No está claro por lo dicho, porque es una provocación, hasta una aventura se podría decir. Otra cosa, como vienen haciendo, es usarlo como ariete, pero puede suceder que terminen haciendo el papel de aprendices de brujo…

Tampoco estaba claro que la burguesía brasileña quisiera a Bolsonaro de presidente, y lo fue. Los partidos de centro y centro-derecha se derrumbaron, solo sobrevivió el PT. Acá no se derrumbaron; no se derrumbó el peronismo, nadie se derrumbó del todo. Hay, sí, un fuertísimo retroceso electoral del peronismo (perdió seis millones de votos en relación a 2019) y un fracaso rotundo de Juntos, hasta el momento, para aparecer como opción.

Yendo al rol de la izquierda revolucionaria, es un hecho que el partido se mantuvo a la izquierda de las “líneas de desarrollo” en toda la campaña electoral, y sobre todo en la última semana, cuando las presiones del régimen se hicieron feroces con la campaña por Morena, el asesinato de Molares en el Obelisco el jueves 10 de agosto en pleno final de la campaña electoral, y la línea de “levantar los cierres electorales” para impactar por derecha sobre las elecciones del domingo 13. La única corriente de la izquierda revolucionaria que no cedió a esa ofensiva brutal de tirarse con muertos en plena campaña electoral, que tomó decisiones anti-electorales en el cierre de la campaña, que prefirió ex profeso no ir al cierre en TN para no exponer a nuestra compañera y figura electoral, y no levantar la caminata de cierre, fue nuestro partido.[10] Maniobramos políticamente para no comernos el abrazo de oso del régimen, y por eso finalmente hicimos un cierre anti-electoral en plena campaña electoral, jerarquizando no ceder a la presión aun si eso pudiera tener un costo en materia de votos.

Para colmo, el PTS, que fue el primero de la izquierda en levantar su cierre (el PO también lo levantó), se pasó todo el domingo 13 criticando la boleta electrónica a ver si ganaba un voto más… Una vergüenza anti-principista, cuando el problema no es el tipo de boleta sino el régimen electoral.[11]

El PTS hizo todo el día show contra la boleta electrónica porque sabía que perdía la interna en CABA con el PO –la perdió igual– en vez de sostener una línea de clase e independiente, como nosotros, porque el tema en definitiva no es el tipo de boleta sino el régimen electoral proscriptivo, que es algo mucho más profundo y una distorsión de las reglas de juego electorales porque proscribe voces en la elección que realmente vale, que es la de octubre.

De todas maneras, la cosa venía de más atrás: del carácter de nuestra campaña electoral que, en un sentido, fue la única campaña realmente de clase alrededor de los $500.000 de salario mínimo y las medidas anticapitalistas frente a la crisis. La campaña del PO fue luchista y populista pero no se podría decir que fue “clasista”. Y la campaña del PTS fue sin duda electoralista: cedieron en toda la línea a las presiones del régimen, desesperados por ganar la interna. Un partido no puede jugarse a la ruleta de las elecciones, aunque hay que aprender a medirse con ellas de manera no sectaria, lo que reconocemos que no es fácil.[12] Pero hay criterios de principios que, evidentemente, van más allá de lo electoral: no puede ser que todo se haga en función de ganar un voto más… No somos una corriente sectaria y estamos en contra de cualquier idea infantil anti-electoral. Pero en esta oportunidad, cuando el régimen gira a la derecha y es el propio régimen el que mata y cuestiona las libertades democráticas, cuando el propio régimen te tira un “abrazo del oso” con el planteo reaccionario de que “se para todo” porque ellos lo disponen así, había que hacer un gesto y hacer un cierre anti-electoralista, sostener la actividad de campaña aunque pudiera resultar en pérdida de votos. Una acción que se confirmó doblemente acertada, cuando finalmente es el mismo régimen con sus trampas el que legaliza el triunfo electoral reaccionario de Milei en las PASO.[13]

La última semana de las elecciones hubo mucho vértigo, porque tenemos un partido juvenil, una candidatura extraordinaria en la persona de Manuela Castañeira instaladísima, con mucha exposición, una tijera inmensa con la orgánica del partido, y entonces había que saber actuar bien, cuidar a nuestra compañera y, al mismo tiempo, no ceder la línea de principios frente a las presiones del régimen.

A pesar de todos los elementos de adaptación del FITU, la izquierda en su conjunto hizo una mala elección. Lógico, en un contexto tan a la derecha y corriendo solos, no pudimos quebrar la “barrera de las coaliciones”, es decir, agarrar votos que perdiera el FITU o incluso capitalizar en votos la inmensa campaña que hicimos. Insistimos una y mil veces: sería un error gravísimo sacar conclusiones sectarias. Las batallas hay que darlas, y la única globalidad que existe hoy desde el punto de vista político bajo este régimen democrático-burgués son las elecciones, nos guste o no; no se trata de nuestros gustos sino de la realidad. [14]

La presión electoral es tan feroz que te puede arrastrar, no a la justa y necesaria campaña electoral, al diálogo con amplios sectores, a concentrar todas las fuerzas en las elecciones cuando elecciones es lo que hay, sino al electoralismo, a ceder en la “línea de principios” frente al régimen, como sucedió con el FITU frente a la jugada astuta y reaccionaria de la levantada de los cierres electorales. La izquierda revolucionaria no debe adaptarse a eso; hay cosas que, aunque la gente no lo entienda, no se pueden hacer. Incluso explicamos que preferíamos un cierre electoral presencial y activo para repudiar el asesinato de Morena y abrazar a su familia.

¿Qué es el electoralismo? Cuando te pasas de mambo, cuando lo que ordena toda tu vida es cuántos votos sacás. Si por las presiones electorales cedés en la línea de principios, perdés todo, lo electoral y lo extra-electoral.

Eso es lo que se está apreciando en la desesperación del PTS de ordenar todas las relaciones en la izquierda por la vía electoral: se le ve “aparato” por arriba y poca militancia por abajo. Eso es lo que quebró una estructura inmensa –aunque sin cabeza por la muerte de Nahuel Moreno– como el viejo MAS[15]. Eso es, en definitiva, lo que quebró al PO cuando perdió la interna con el PTS. Esto mismo es lo que podría quebrar el propio FITU, que salió muy maltrecho de las PASO con acusaciones entre ellos como la de racismo.

Detengámonos ahora en la acusación de “racismo” que le hizo el PO al PTS: es una acusación gravísima. Es de principios. Es como acusar al otro de policía o de homofóbico. Es verdad que el FITU sigue siendo, aunque degradado, un frente único de independencia de clase. Pero no es sólo eso, hagamos memoria: tuvo por momentos características de “frente único revolucionario”, si no el PTS no hubiera llamado varias veces al PO a formar un “partido único de la izquierda”… (del cual, por lo demás, estamos en contra: nos parece un planteo estalinista, aunque sí estamos completamente a favor, cuando las condiciones están, de confluir con otros revolucionarios[16]).

De todos modos, el FITU no es sólo un frente de independencia de clase, es algo más que eso, y degrada a toda la izquierda que sean “puro barro”, que se acusen de “racistas”, todos criterios sin principios que además se hacen en off, como si sólo existiera como auditorio el propio FITU y no toda la clase trabajadora, la juventud y el movimiento de mujeres, nuestra clase, con la cual nos relacionamos, a la cual pretendemos ayudar a orientarse. Son impensables nuestros partidos y frentes, sean de lucha o electorales, por fuera de nuestra clase.

Éste es otro elemento de adaptación: se acusan de barbaridades y la vida sigue como si tal cosa … porque quieren los porotos. Ambos, el PO y el PTS, amenazaron durante estas PASO con “romper el FITU”, pero ahí siguen todos “juntos y revueltos”.

Nunca estuvimos –ahora tampoco en medio de este giro a la derecha– a favor de la ruptura del FITU. Siempre defendimos nuestra integración al frente en condiciones dignas o unas PASO de toda la izquierda; incluso llegamos en esta elección a proponer una fórmula común de Manuela con Bregman. En todo caso, siempre planteamos, en cada elección, alguna “fórmula de unidad” que nos contenga donde podamos desarrollar de manera independiente nuestra política, como corresponde: ¡es el piso mínimo de cualquier frente único, no atarse las manos frente a los demás! Hicimos eso desde el 2011 y hasta estas elecciones también. Criticamos a Bregman por negarse a la unidad, porque nos “ninguneó” el planteo de unidad… pero el PO y el PTS discuten sobre “racismo”. Debería suceder una de dos cosas: o se retira esta acusación contra los principios, o bien se rompe el FITU. Acusarse de racismo sin consecuencia alguna es raro por decir lo menos

Volviendo a nuestro argumento central, aprovechamos la jornada del domingo 13 para reivindicar el derecho a la protesta. Y para decir que el derecho al voto existe en la Argentina porque se tiró abajo a la dictadura militar con la movilización popular, no para reivindicar el voto papel contra el voto electrónico.

Con el resultado de las PASO puesto y los peligros que se ciernen en la lucha de clases, nuestros gestos “antielectoralistas” de la última semana y el propio domingo 13 lucen como una valiosa prueba principista frente al resto de la izquierda. Por delante, el derecho a la protesta, a la lucha y a la organización de la clase obrera, la juventud y el movimiento de mujeres, es el principio que sostiene todo lo demás, que nos prepara para la guerra de clases que se viene en la Argentina, aunque el resultado de octubre y del balotaje no está puesto y todavía puede correr mucha agua, se puede revertir desde los lugares de trabajo y estudio, las calles y la organización.

  1. La tarea del momento es explicar y medir cada paso para organizar la salida a las calles

Las PASO abrieron una nueva coyuntura, un smog reaccionario que quizás se disipe más temprano que tarde, lo veremos en la experiencia. El gobierno del FdT acaba de convalidar una devaluación: le hacen el trabajo al FMI, a la patronal y al gobierno que viene sea cual sea. Son sólo otra variante del ajuste capitalista. Por eso salimos el lunes 14 planteando el rechazo a la devaluación, el rechazo a que la clase obrera pague el costo de la crisis y señalando que se debe pasar balance y organizar la salida a las calles para enfrentar el ajuste en curso, el peligro derechista y también despejar el smog reaccionario que dejó la votación histórica de Milei.

De ahí que planteamos la exigencia de paro general activo, porque, aunque la burocracia es pérfida, no hay otra expresión hoy de la necesidad de que la clase trabajadora salga como clase, reconozca su fuerza social en el momento en que está impactada por el voto a Milei.

Por abajo comienza lentamente una reacción; hay que acompañar esa experiencia, dialogar pacientemente el balance y preparar la salida a las calles pero en diálogo con la sociedad, no a tontas y locas. Los que no votaron a Milei, que son la mayoría, les están pasando factura a los mileístas[17]

La coyuntura inmediata tiene un tufillo reaccionario, y la tarea del partido no es inventar nada sino hacer lo que es específico de un partido revolucionario: salir a explicar y discutir el balance electoral y las perspectivas de la guerra de clases que se viene sin entrar en provocación ni apresuramiento alguno.

Hacer reuniones abiertas, compartir nuestro balance y perspectivas, armar a la vanguardia contra el derrotismo y estar atentos a cualquier manifestación de lucha, resistencia y organización contra el ajuste del gobierno y el FMI y contra la extrema derecha de Milei y Bullrich. También es muy probable que vuelvan todas las oportunidades de frente único, como cuando ganó Macri, corregidas y aumentadas; pero una cosa son manifestaciones de lucha, y otra distinta caer en la campaña tramposa del voto a Massa en octubre; hay que hacer el esfuerzo específico de separar la paja del trigo.

Son dos vías distintas: nosotros estamos llamando a “no esperar a octubre y noviembre”, a comprender, organizarse y salir a luchar cuando generemos las condiciones y tratar de dar vuelta la situación. Algo parecido ocurrió en Brasil, restringidamente, con el movimiento de mujeres en octubre de 2018, antes de la elección de Bolsonaro, con el #Elle Nao, pero no alcanzó porque el PT y la CUT ataron de pies y manos a la clase obrera. ¡El PT tuvo récord de traiciones todos estos años! 

Aunque el partido no pueda, evidentemente, resolverlo por sí mismo y sería ridículo salir solos al choque –¡hay que evitar por todos los medios caer en cualquier mínima provocación!–, la orientación es justamente esa: ¡empujar la clarificación y la salida a la lucha de la clase obrera, la juventud y el movimiento de mujeres en diálogo con la sociedad, para frenar en seco el ajuste y la ola reaccionaria!

Pero para eso hay que pasar el balance primero y ayudar a comprender y preparar a la militancia, al resto de la izquierda, incluso a la gente de base K honesta, a la vanguardia y a la clase obrera para enfrentar el ajuste, la reacción mileísta y bullrichista e, incluso, prepararnos para la guerra de clases que seguramente se viene en cualquier escenario.


[1] No podemos poner todos los elementos en este informe, pero la pandemia también tiene mucho que ver con la votación de Milei y el giro a la derecha electoral del país.

[2] Recordamos que nuestra corriente internacional y SoB Brasil estuvimos en contra de la entregada de Lula a la Justicia. Estuvimos en el Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo, donde estaba refugiado Lula, y nos retiramos repudiando su presentación. Otras corrientes de la izquierda trotskista brasileña apoyaron erróneamente la presentación de Lula ante la Justicia patronal. Otro ejemplo de cómo el régimen de la democracia burguesa presiona a la izquierda revolucionaria; de cómo es distinto defender los derechos democráticos de los zarpazos reaccionarios, que “comernos” las presiones del régimen burgués.

[3] Programas como el presentado por Milei a la Justicia Electoral sólo se han aplicado en la Argentina vía dictaduras militares, nunca por intermedio de una democracia burguesa; por lo demás, la democracia burguesa en la argentina continúa desde 1983, lo que no tiene antecedentes en el país.

[4] Desde ya anticipamos que este partido juvenil debe seguir acumulando y construyéndose en la juventud, pero tiene que empezar a mirar más lo que pasa en la clase obrera. No hay que hacer ningún giro constructivo fuera de nuestra leyes, que son de hierro, pero hay que aprender a mirar colectivamente más a la clase.

[5] Recordemos que la consigna “piquete y cacerola” sintetizaba, junto a las pequeñas fábricas recuperadas, el movimiento social independiente del Argentinazo, aunque siempre le faltó la irrupción de la clase obrera organizada. Ese es todo el debate estratégico en la Argentina, que el piqueterismo no entiende (es decir, no lo entiende el PO, que hizo de la necesidad, virtud).

[6] Ver a este respecto nuestros artículos sobre Brasil (“Un ensayo de sociología política de Brasil”, izquierda web).

[7] Sobre las conquistas del campesinado en la Revolución Rusa ver “Apuntes metodológicos sobre la colectivización forzosa”, izquierda web, del mismo autor de esta nota.

[8] La falsa “libertad” de Milei se conjuga con el individualismo burgués no con la libertad y la auto-emancipación en el sentido comunista auténtico.

[9] Es importante entender que ninguna de las fuerzas de extrema derecha, sin dejar de ser un gran peligro, no son formaciones “fascistas” tradicionales: cuentan con una importante base social pero mayormente político electoral, no tienen grandes fuerzas organizadas de choque, extraparlamentarias. Este es otro elemento para no impresionarse amén de que tengan pequeños grupos provocadores para los cuales habrá que estar preparados.

[10] Estábamos invitados a ir al cierre en TN y desistimos conscientemente, para no exponer a Manuela Castañeira a un desgaste innecesario, al tiempo que manteníamos el cierre electoral activo.

[11] El PTS parece “de cera”: cede a todas las presiones del electoralismo. Con esto nos referimos a las concesiones al régimen y sus presiones electorales, y no a la participación electoral y el diálogo con las masas que se puede establecer a través de esta, lo cual nos parece necesario.

[12] Decimos sin ningún sectarismo porque sabemos que aún no hemos pasado de manera victoriosa una campaña electoral.

[13] Agregamos de paso que, a excepción de nuestro partido, que salió con una declaración política titulada “El país gira a la derecha. Las relaciones de fuerza se dirimen en las calles” a minutos de los primeros datos oficiales el domingo 13, a lo cual se suma la presente editorial, el resto de las fuerzas de la izquierda no han sacado declaraciones que planteen, más allá de las elecciones, ante qué fenómeno político nos encontramos, con sus alcances y límites, y las tareas que se desprenden.

Por estas horas el FITU acaba de publicar una declaración conjunta con eje en la denuncia de la devaluación del 20% que hizo el gobierno el lunes 14, y reducen a Milei al rol de mero “acompañante” de estas medidas, sin clarificar que su rol de extrema derecha excede el de ser un apoyo al ajuste: sin ir más lejos, ha planteado que de ser presidente haría un ajuste más brutal que el que exige el FMI.

[14] Defendemos las libertades democráticas, y defendemos a la democracia burguesa contra el bonapartismo, aunque con la estrategia de ir a una dictadura proletaria, un gobierno de los trabajadores (“una democracia de nuevo tipo y una dictadura de nuevo tipo”, Lenin).

[15] El viejo MAS era una estructura enorme, pero estaba perdido porque se murió Moreno sin que existiera un reemplazo a su altura, además de que las bases programáticas equivocadas, objetivistas, lo desarmaron totalmente. Y la estructura no manda, el aparato no manda: manda la política, los principios y la concepción, eso es lo que te mantiene firme. El viejo MAS se quedó sin eso y se fue a la mierda, por razones electorales y sindicales también.

[16] El caso de Lenin y Trotsky en la Revolución Rusa, ni más ni menos.

[17] Ya señalamos que, por más confuso que sea, el voto a Milei no es simplemente un “voto bronca”: es un voto reaccionario.

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