El 17 de agosto de 1993, hace 30 años, era desaparecido Miguel Bru, un estudiante de periodismo de 23 años. Miguel compartía una vivienda con sus amigos en la calle 69, entre 1 y 115 de La Plata.
En agosto de 1993 Miguel denunció a efectivos de la Comisaría Novena de La Plata por un allanamiento ilegal en su casa y a partir de ese momento comenzó a ser amenazado y hostigado para que retirara la denuncia. En la noche del 17 de agosto de 1993, informó a sus amigos que iría a cuidar la casa de unos conocidos en Bavio, cerca del balneario Punta Blanca. Les pidió que enviaran a su novia, Carolina Villanueva, hacia allá. Sin embargo, cuando Carolina llegó a la casa, encontró la puerta abierta, un fuego encendido y ningún rastro de Miguel.
Lo que siguió fue un período de angustia e incertidumbre para amigos y familiares. A pesar de intensas búsquedas y rastrillajes, no se encontraron pistas claras sobre su paradero. Surgieron teorías y conjeturas sobre su destino, incluyendo la inquietante idea de un posible suicidio o accidente.
Sin embargo, con el tiempo, emergieron evidencias que apuntaban a la posibilidad de la participación de la policía en la desaparición de Miguel. El libro de guardia de la Comisaría Novena en la fecha de su desaparición presentaba irregularidades, lo que generó sospechas de que podría haber sido ingresado y visto por última vez en ese lugar.
Una lucha y un juicio histórico
La lucha por la justicia y la verdad en el caso de Miguel Bru persistió durante años. Las valientes declaraciones de testigos y la labor de organizaciones de derechos humanos revelaron una trama de encubrimiento que involucraba a funcionarios y agentes policiales. Estas revelaciones culminaron en un juicio histórico que comenzó en abril de 1999, seis años después de la desaparición de Miguel.
En el juicio, los testimonios de detenidos expusieron la brutalidad de las prácticas policiales y las torturas que sufrían en la Comisaría Novena. Uno de estos testimonios es el de Celia Giménez, una mujer en situación de prostitución. Ella compartió información que había recibido de su hermano, Luis Suazo, quien había estado detenido en la comisaría al momento de la desaparición de Miguel. Según Celia, Suazo le había relatado que a Miguel le habían aplicado el método de tortura conocido como «submarino seco», y que había sido asesinado. Además, Suazo mencionó el nombre de un oficial, Justo «El Negro» López, en relación con este acto. Celia también detalló que había visto cómo metían el cuerpo de Miguel en un auto junto con bidones.
Las condenas
El juicio de 1999 acabó por condenar a buena parte de los culpables, no así a todos los encubridores. Justo López y Walter Abrigo, quién operó junto a Lopez, fueron condenados a prisión perpetua por su papel en la tortura y muerte de Miguel Bru. Juan Ojeda (comisario) y Ramón Cerecetto (oficial) fueron condenados a dos años de prisión de cumplimiento efectivo, ambos partícipes necesarios de la desaparición seguida de muerte. Cerecetto fue quién borró el nombre de Miguel del libro de guardia de la comisaria novena.
Estas sentencias fueron dictadas en el marco del juicio oral y público que se llevó a cabo en la Cámara Penal de La Plata. Pero nada logró romper el pacto de silencio de los asesinos, quienes hasta el día de hoy niegan su crimen. Así como también se rehúsan a confesar donde se encuentra el cuerpo de Miguel, que nunca pudo ser enterrado por su madre.
Con el avance de expresiones de ultra derecha como Milei, no esta de mas traer la conmemoración de los 30 años de la desaparición de Miguel Bru. Su caso sigue siendo una poderosa expresión de la determinación de la sociedad para exigir justicia y honrar la memoria de quienes han sido víctimas de violaciones a los derechos humanos.
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