Según el organismo, el país sufrirá este año una recesión de 2,5% del PBI, empeorando marcadamente la previsión anterior, elaborada en abril, que auguraba un muy leve crecimiento del 0,2%, y aun más la elaborada a principio de año que esperaba un crecimiento del 3%.
Además, el Fondo también actualizó su pronóstico referente a la inflación, para ponerlo en consonancia con la disparada inflacionaria actual. Si en abril todavía esperaba un 98% de inflación anual, ahora esa previsión se eleva hasta el 120%, aunque funcionarios del Fondo advirtieron que de no tomarse «medidas estrictas» ese número sería mayor.
Llama la atención como el FMI juega de «analista» e incluso admite el empeoramiento de la situación económica como si el país no estuviera hace ya años cogestionado por el Fondo, en alianza con el gobierno de Macri, primero, y el de Fernández, después.
La inflación, el aumento de la pobreza, la falta de dólares y la caída en la actividad económica no son otra cosa más que las consecuencias directas del brutal ajuste económico que el propio FMI viene impulsando para el país hace años.
Para empeorar las cosas, utilizan sus propias previsiones para exigir que todavía es más necesario un ajuste mayor y una devaluación feroz.
De hecho, a esta hora las negociaciones por una renegociación del acuerdo consisten en intentar llegar a un punto en común en el que sea factible el ajuste económico que solicita el Fondo con las necesidades electorales de un gobierno (y un ministro-candidato) en plena campaña. Esa dificultad es la que está haciendo demorar tanto el acuerdo, y no ningún supuesto plan «alternativo» al ajuste que pide el organismo.
El Fondo Monetario es uno de los responsables directos de la debacle económica del país que se traduce en salarios de miseria, imperio de la precarización laboral y pobreza masiva. Sin embargo, desde sus oficinas de Washington elaboran planes para intentar seguir aplastando a la clase trabajadora, con la venia del gobierno y los empresarios.