Este lunes, una delegación de funcionarios del Ministerio de Economía encabezada por el Secretario de Finanzas, Gabriel Rubinstein, partió rumbo a Washington. El gobierno está cada vez más cerca de cerrar un nuevo entendimiento con el FMI.
Las negociaciones vienen desde hace tiempo, y el tiempo apremia. No sólo porque falta menos de un mes para las elecciones primarias, donde el Ministro de Economía es candidato, sino también porque el Fondo entra en receso de verano durante todo el mes de agosto.
Si no hay un acuerdo antes de esa fecha, Argentina no contaría con fondos frescos a tiempo para enfrentar los próximos vencimientos con el propio Fondo. Un escenario de altísima incertidumbre económica a sólo días de las elecciones. Mientras tanto, la demora en cerrar la negociación se suma a la ya clásica «dolarización preelectoral» que ya se tradujo en un salto del dólar blue la última semana, que pasó de 492 a 522 pesos.
Sin embargo, hay indicios de que a fines de esta semana el acuerdo podría ser una realidad. Los indicios son los trascendidos que deja filtrar el propio gobierno, tal como lo ha hecho las negociaciones anteriores.
Recordemos lo que está en juego. El 31 de julio, el gobierno debe afrontar otros dos vencimientos por unos $3400 millones. Pero esta vez, no está para nada claro que el Tesoro cuente con los fondos para enfrentarlo, con las reservas netas del BCRA oficialmente en negativo. De hecho, el vencimiento de junio, de unos $2700 millones, fue pagado a través de la negociación con China y la posibilidad de utilizar los Yuanes del swap con ese país.
Entre otras cosas por la sequía, el gobierno no cumplió las metas fiscal ni monetaria de la última revisión trimestral. Sabemos lo que pretende el gobierno: que el FMI adelante los desembolsos pautados para el resto del año para este mes de julio, todos de una vez. Significaría más de $10.000 millones de dólares. Es un objetivo extremadamente ambicioso, por lo que, de haber acuerdo, el desembolso seguramente sea por un monto menor.
Pero lo que no sabemos es qué pide el FMI a cambio con exactitud. El Fondo pide una brusca devaluación del dólar oficial, lo que parece bastante improbable que el gobierno acepte en plena campaña electoral, no sólo porque recalentaría la inflación y hundiría aun más el ingreso, sino también porque instalaría un clima de zozobra económica que dañaría aun más las ya muy golpeadas chances electorales del oficialismo.
El otro ítem por el que presiona el FMI, como no podía ser de otra manera, es más ajuste. Para el gobierno acá sí hay mucho terreno por negociar, no sólo en que áreas aplicarlo sino cómo administrarlo en el tiempo. Una cosa hay que tener en claro: si el programa actual ya supone un brutal ajuste económico (que el gobierno viene aplicando a rajatabla), Massa está dispuesta a llevarlo más hasta el final. No sólo después de las elecciones, sino también haciendo promesas al FMI y al empresariado de que, en caso de resultar victorioso, se vendrá un «plan de estabilización» que significará un recorte del «gasto» brutal.
En cualquier caso, es probable que el FMI tenga a bien firmar un nuevo acuerdo sabiendo que los principales candidatos que tienen chance de quedarse con la presidencia llevan todo un programa de ajuste feroz contra el pueblo trabajador y de represión a la protesta social.