En una reunión del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, se acordó un aumento gradual del salario mínimo, con impacto en jubilaciones y programas sociales. El incremento se realizará en tres tramos, llevando el salario mínimo a $105.500 en agosto y a $112.500 en septiembre, antes de alcanzar los $118.000. Se trata de un aumento absolutamente miserable si se considera que la canasta básica total para una familia de cuatro personas es de $217.915.

La reunión, que se llevó a cabo de forma virtual, contó con la participación de representantes del Estado, las tres centrales obreras y las empresas. La votación resultó en 30 votos a favor, uno en contra y una abstención. Una mayoría casi absoluta de este consejo votó a favor de quienes perciban el salario mínimo se encuentren por debajo de la línea pobreza y apenas por encima de la de indigencia ($ 99.053).

La mayoría de los convenios colectivos de trabajo ya establecen salarios superiores al salario mínimo, que es irrisoriamente bajo. Está claro que un aumento de un mínimo tan irrisorio solo ayuda mitigar la situación de quienes se encuentran en situaciones más vulnerables y dependen de programas como el Potenciar Trabajo. Pero, en todo caso, estos programas son siempre una miseria que no alcanza para nada.

El aumento del salario mínimo en julio, que llegará a $118.000 en septiembre, es insuficiente para abordar las necesidades económicas de los trabajadores. Los aumentos periódicos no han logrado cubrir el avance de la inflación (teniendo en cuenta la altísima inflación en alimentos). Es necesario un salario mínimo de $500 mil pesos indexado a la inflación para garantizar un nivel de vida digno para todos los trabajadores.