Casi en la frontera con Bielorrusia (fuerte aliado de Putin) y a 300 kilómetros de territorio ruso, la Cumbre intentará brindar un mensaje simbólico de unidad ante la agresión rusa sobre Ucrania. Pero las imágenes y los discursos estarán acompañadas por un giro en materia de organización y financiamiento que cambiará lo que fue el status quo militar de las principales potencias durante las últimas décadas. El mensaje real es claro: la OTAN se prepara para años de guerras.
La nueva situación
La Cumbre de Vilnius será la cuarta desde el inicio de la guerra en Ucrania y la más importante desde entonces. Sucede que la invasión rusa sobre Ucrania generó fuertes cambios en el terreno geopolítico global. No sólo generó estragos en la economía mundial con la inflación y la falta de alimentos. También trasladó al terreno bélico las tensiones acumuladas durante años entre las principales potencias imperialistas.
A ese nuevo escenario corresponde una composición particular en las delegaciones. Además de los 31 países integrantes del Tratado del Atlántico Norte participarán Ulf Kristensson, primer ministro de Suecia (país solicitante), el presidente ucraniano Zelensky y representantes de las «democracias del Pacífico»: Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Ninguna de estas presencias es casual. Las solicitudes de Suecia y Ucrania de ingresar a la OTAN son obviamente parte de la expansión de la zona de influencia militar de las potencias occidentales sobre Europa. Y la entrada de las «democracias del Pacífico» remite a la otra preocupación de Estados Unidos: China. La guerra en Ucrania tiene razones económicas concretas: la competencia de las potencias internacionales. Y el principal competidor global de EEUU no es Rusia, sino China, con quien se disputa el control del Sudeste asiático (caso de Taiwán, entre otros).
El ingreso de Ucrania
La posibilidad de ingreso de Ucrania a la OTAN se remota al 2008, cuando la Alianza le extendió una invitación de adhesión. Pero sólo con la invasión rusa el trámite comenzó a avanzar. Se espera que en la Cumbre de Vilnius la Comisión OTAN – Ucrania sea elevada al rango diplomático de Consejo OTAN – Ucrania. Esto le daría a Zelensky la posibilidad de discutir algunos temas en igualdad de condiciones con el resto de los aliados.
Este sería el primer gesto de la Cumbre hacia Ucrania. La profundidad del cambio de status, de todas maneras, está en discusión. Cierto sector de la OTAN pretende mayores concesiones, incluso la suspensión del Plan de Acción de Membresía (MAP, el protocolo de ingreso a la Alianza) para Ucrania. Lo cierto es que Zelensky llega a Vilnius con grandes ambiciones:
Kiev quiere que la Alianza, o más bien, algunos de sus aliados, le ofrezcan algún tipo de «garantías de seguridad». Sin embargo, ni la OTAN, que ha rehusado intervenir en todo lo que tiene que ver con armamento letal, ni sus miembros quieren brindar a Ucrania una «garantía de seguridad» vinculante que suene al artículo 5 de la Alianza, que marca con esas palabras la defensa mutua y que podría derivar en la entrada en la guerra de quien ha brindado ese compromiso. (El País, 9/7).
A esto hizo referencia el propio Biden durante las últimas horas. «Si la guerra continúa [y Ucrania entra en la OTAN], entonces todos estaríamos en guerra. Estaríamos en guerra con Rusia, si ese fuera el caso» le dijo el mandatario a la CNN.
Lo más probable parece ser un «compromiso de seguridad», la promesa de la OTAN de suministrar durante los próximos años ayuda económica, armamentística y de inteligencia permanente durante lo que dure la guerra con Rusia. Pero lanzarse a una guerra directa contra Putin no es hoy por hoy el deseo de Biden ni de la mayoría de las potencias. Los costos internos (económicos, sociales y políticos) podrían ser demasiado difíciles de controlar para un capitalismo internacional que viene de crisis en crisis.
Suecia y Turquía
Otro tema que generará discusiones será la solicitud de ingreso de Suecia, bloqueada desde hace algunos meses por Turquía. A pesar de cumplir con las condiciones formales, Erdogan sigue mostrando resistencia por lo que el llama la falta de «combate al terrorismo» del Estado sueco. En concreto se trata del asilo diplomático de Suecia a muchos refugiados kurdo – sirios que escapan de la invasión turca sobre el Kurdistán.
En 2019, el gobierno sueco (junto a Finlandia, hoy ya dentro de la OTAN) habían declarado un embargo de venta de armas a Turquía luego de que Erdogan realizara una incursión bélica contra las milicias kurdas del YPG en Siria.
Para ganar la simpatía turca, Suecia levantó el embargo el año pasado. Y esta última semana un tribunal sueco condenó a un hombre por intentar aportar dinero al PKK, el Partido Democrático Kurdo ligado a las YPG. Parece que las famosas «democracias nórdicas» dejaron atrás los años de abstencionismo bélico y de progresismo institucional para dejarle paso a la represión anti – kurda a cambio de un asiento en dentro de la Alianza.
Es cierto que también hay otras cuestiones (menos diplomáticas y más concretas) detrás de las tensiones entre Erdogan y la mayoría de la Alianza.
«El bloqueo a Suecia se sobrepone por supuesto a otras cuestiones. Turquía presiona desde hace tiempo para obtener armamento avanzado de producción estadounidense, especialmente modernización para los aviones de combate F-16 de los que ya dispone y la compra de nuevos. La Casa Blanca aprobó un paquete de venta de softwares de mejora de los F-16 después de que Turquía diera luz verde a la entrada de Finlandia, pero la cosa se atascó en el Congreso. Las partes sostienen que los asuntos son separados de las negociaciones de adhesión, pero muchos expertos entreven un vínculo entre ambas» (El País, 9/7).
En las últimas horas, sin embargo, Jans Stoltenberg, presidente de la OTAN, anunció un principio de acuerdo con Erdogan. Tras una serie de reuniones, Turquía aceptó «desbloquear» la entrada para Suecia. A cambio el país nórdico le haría algunos favores diplomáticos a Erdogna, como renegociar las relaciones aduaneras entre Turquía y la UE.
Buenas noticias para la industria de la guerra
Pero la principal noticia de la Cumbre será seguramente el lanzamiento de «Planes de Defensa Regionales». Esto significa concretamente dos cosas. En primer lugar, cambios en la coordinación militar y de inteligencia entre los aliados. Los expertos en el campo militar lo marcan como la mayor reestructuración de la Alianza desde la Guerra Fría. Este sólo dato da cuenta de un cambio histórico en las expectativas de las potencias.
La guerra en Ucrania demostró claramente que las tensiones geopolíticas existentes están lejos de resolverse pacíficamente. Durante los próximos años, no harán más que agudizarse en paralelo con las tensiones económicas. Ahora la OTAN da los primeros pasos preparatorios para lo que se esperan serán años convulsionados.
Por esto se espera también una renovación de las políticas de gastos militares. En 2014, la OTAN estableció un objetivo de presupuesto militar del 2% del PBI para los países miembros, que debía cumplirse hacia el año 2024. Ahora ese objetivo será establecido como nuevo piso de gasto.
Sin embargo, datos de la propia OTAN muestran que solo 11 de los 31 países miembros estarían en condiciones de cumplir ese objetivo este año. Se trata de Estados Unidos, el Reino Unido, Polonia, Grecia, Estonia, Lituania, Finlandia, Rumania, Hungría, Letonia y Eslovaquia.
El resto de los países debería pensar cómo explicarle a su población que habrá menos dinero para gastos sociales y desarrollo y más para la industria bélica. Recordemos que hace pocos meses los gobiernos europeos le pidieron «austeridad» a su población, cuando la escasez de energía llevó las tarifas de la calefacción a precios impagables para la mayoría de los hogares.
El retorno de la guerra a Europa ya generó fuertes problemas en la economía y las condiciones de vida internacionales. Pero el mensaje de la OTAN es claro: las potencias se preparan para años de más y mayores conflictos bélicos.
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