La cumbre del Mercosur reunió a los presidentes de los cuatro miembros plenos, así como participantes de países asociados. A pesar de que la apertura del evento estuvo a cargo del presidente Alberto Fernández, las miradas estuvieron puestas en el Ministro de Economía, Sergio Massa, el flamante candidato a presidente por el oficialismo.
Massa encabezó una reunión que agrupó a sus pares de los ministerios de economía y presidentes de los Bancos Centrales de los demás países que conforman el mercado común. Allí, hizo fuerte hincapié en la necesidad de utilizar monedas locales para los intercambios, así como reforzó el rol de exportador de materias primas de la región.
El «superministro» ahora devenido en candidato se encargó de dejar bien clara su agenda en la cumbre, tanto por razones de necesidad inmediata como bajo la perspectiva de alguien que pretende gobernar el país.
En lo inmediato, Massa es el encargado de llevar adelante las negociaciones con el FMI para una nueva renegociación del acuerdo, en plenas negociaciones para que el Fondo desembolse más dólares de los que estaban pautados para este año. A Massa lo ‘aprietan’ los vencimientos de deuda y la escasez de dólares del país, agravada el año pasado por la sequía y por los propios pagos de la deuda.
Por eso, todo el discurso ‘soberanista’ de utilizar monedas locales para las transacciones entre países del Mercosur no esconde otra intención más que resguardar los pocos dólares que tiene el país para el pago de la deuda. No responde a ninguna pretensión de independencia económica del imperialismo, sino precisamente lo contrario: arrodillarse frente al sometimiento que la deuda significa para el país, dejando de lado la ‘molestia’ que significa el comercio exterior (es decir, las importaciones) en términos de divisas y destinarlas 100% al pago de la deuda.
Es una idea que Massa ya viene reforzando desde el poco tiempo en el que fue ungido como candidato. La semana pasada ya había dejado trascender la idea pretendidamente novedosa de «pagar deuda con saldo exportador» como habría hecho Néstor Kirchner, y no con «ajuste», como pretende el Fondo.
La formulación puede sonar muy bonita, pero no hace falta detenerse a dar cuenta de las enormes diferencias en la coyuntura económica entre el gobierno de Kirchner y la actualidad para darse cuenta que se trata de espejitos de colores. No sólo por los precios récord que en ese entonces tuvieron las materias primas, sino fundamentalmente por la inédita magnitud actual de la deuda.
Sobre todo en este contexto de fuerte escasez de divisas, y en boca de Massa, pagar deuda con «saldo exportador» no significa otra cosa que, primero, una fuerte devaluación que «impulse» las agroexportaciones. Segundo, hacer pedazos la industria al volcar los dólares que entren al país no para las importaciones que necesita la economía sino para pagar la deuda.
El modelo de «pagar con los dólares que producimos» tiene una contracara menos simpática y es la recesión y la devaluación, lo que implicará un aumento de la desocupación y la pobreza mientras lo que produce el país gira inmediatamente a las cuentas del FMI. Sencillamente, significa poner al país (aun más) de rodillas.
Como parte de ese plan es que debe entenderse la insistencia de Massa con utilizar monedas locales para los intercambios, e incluso la buena recepción que en el gobierno de Fernández ha tenido el año pasado la propuesta de Lula da Silva de ir hacia una moneda común en el Mercosur, una propuesta que acarrearía ciertas ventajas relativas, pero no está exenta de problemas.
El otro aspecto en el que hizo hincapié el ex intendente de Tigre tiene que ver con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, y el papel que los países latinoamericanos jugarían en él.
Al respecto, Massa no dejó lugar a dudas de cual es su concepción: habló de enormes potencialidades el los rubros de alimentos, minería y energía. “Este bloque tiene un papel central en la producción y distribución global de alimentos, minerales y energía con valor agregado”, afirmó. Es decir, extractivismo al palo, renunciando a cualquier ínfula de pretensión de desarrollo de la economía.
En esto, el gobierno sigue punto a punto la concepción que hizo del acuerdo el gobierno de Macri, que fue uno de lo impulsores del acuerdo con la UE, del que hay que ver si llega a hacerse realidad algún día.
El acuerdo, tal como se lo pensó en 2019, no tiene otro objetivo más que reforzar el rol dependiente de las economías latinoamericanas, reduciéndolas a su rol de exportador de materias primas, mientras que las economías europeas inundarían los mercados locales con productos de mayor valor, lo que haría que la industria tenga altísimas presiones competitivas, que los capitalistas arrojan a la espalda de los trabajadores, o bien habría un «industricidio» en regla, una mayor reprimarización económica y un aumento de la desocupación.
Todas estas definiciones no sólo hablan del presente, de la estrechez de miras de la clase dirigente frente a la crisis histórica que vive el país, sino también del futuro, teniendo en cuenta que se trata de uno de los principales candidatos a gobernar el país. Todo un signo de hacia dónde pretenden conducir a la «patria» que los unió.