Las paradojas de un resultado electoral

“La confirmación del resultado general de las elecciones y el acortamiento de la distancia en la provincia de Buenos Aires ofrecen la singularidad de moderar el impacto de la contundente derrota oficialista tanto como la de atenuar la celebración de Juntos. A todos les queda mucho por construir y revisar. Es el extraño sabor de la paradoja. Para los cambiemitas, un placer más limitado que el soñado. Para el peronismo, es el módico, pero esencial, gusto de la sobrevida”. (Claudio Jacquelin, La Nación, 15/11/21)

Una votación fragmentada

Por su parte, Juntos se consagra como vencedor a nivel nacional por 8 puntos, pero su victoria quedó en cierto modo mediatizada por la recuperación oficialista en la provincia de Buenos Aires (el distrito electoral más populoso y determinante de país, donde se impuso por un punto[1]) junto con otras provincias como Chaco y Tierra del Fuego donde el Frente de Todos dio vuelta el resultado.

Una elección que podría haber sellado virtualmente una derrota trasladable al 2023 (esa era la expectativa de importantes sectores de Juntos) dejó, por el contrario, un panorama abierto de cara a los próximos dos años de gobierno. Panorama que se dará sobre el fondo de una crisis económica y social que se buscará contener con el “salvavidas” –de plomo estratégicamente – del acuerdo con el FMI, acuerdo y ajuste simultaneo que pondrá a prueba a todos los actores políticos y que podría combinarse con una crisis política sobre todo si irrumpe la movilización social.

Las indefiniciones del propio resultado electoral traducen las indefiniciones expresadas en la propia votación. Más que en septiembre, parece haber dominado a nivel nacional la fragmentación electoral que inhibe una definición de una elección girada a la derecha sin más. Junto con esto vale recordar que ha sido la elección con la asistencia más baja desde 1983, con 71.5% del padrón.

La abstención del 30% del electorado refleja lo mismo que estamos señalando acá: una parte de la misma seguramente refleja desafectación política –es decir, un fenómeno más conservador-, pero otra también bronca política.

Al igual que en las PASO el centro político (Todos-Juntos) se llevan cerca del 75% de los votos a nivel nacional, mientras que la derecha extrema (Milei y Espert) suman cerca del 5% (saliendo terceros en los dos principales distritos del país) y el FITU se alza con una buena elección del 6% a nivel nacional que muestra un espacio para la izquierda que debe ser capitalizado orgánicamente si se pretende avanzar en la construcción de fuerzas revolucionarias con incidencia en la vida cotidiana.

Mientras tanto, la extrema derecha, un fenómeno que ha venido expresándose en el mundo hace cierto tiempo, ha terminado por irrumpir en el país con guarismos importantes, por ahora concentrados en CABA y en menor medida en provincia de Buenos Aires (de cualquier manera no es exactamente igual Milei que Espert[2]). Un fenómeno que debe ser observado y cuyo peso real deberá demostrarse en el terreno social y no sólo de las representaciones electorales.

El alivio de vencidos y el disgusto de los vencedores

No hubo euforia en los votantes del oficialismo, ni tampoco el gobierno hizo méritos para generarlo. El peronismo puso en funcionamiento el aparato, su estrecho entrelazamiento con el Estado y la amplitud de su llegada territorial, y logró recuperar cerca de 450 mil votos en la provincia de Buenos Aires. Desde las recorridas puerta por puerta, los planes sociales y una vasta ingeniería para facilitar el transporte a cada escuela con los intendentes a la cabeza del operativo, el gobierno logro revertir lo que en las PASO había sido un cachetazo para finalizar las generales con un empate técnico (quedando 1 punto por debajo de Juntos). Suficiente para salvar –en lo inmediato, mañana se verá- la gobernabilidad, que había empezado a ser cuestionada luego de las primarias.

Junto con esto, al cierre de esta edición, miércoles 17/11, el gobierno acaba de realizar una concentración en la Plaza de Mayo con los sindicatos “gordos” a la cabeza (UPCN, UOCRA y Sanidad) y otros como camioneros, los movimientos sociales afines y las corrientes internas del kirchnerismo (La Cámpora, Kolina, etcétera). Una puesta en escena que podría traducirse de la siguiente manera: “no sólo se gobierna con votos, la fuerza de gobierno también se demuestra movilizando en la calle”, o aún más simple “en la cancha se ven los pingos”.

Se trata de una apelación a las fuerzas extraparlamentarias como es la burocracia sindical, que no es elegida por los métodos de la democracia burguesa, y que continúan siendo la “columna vertebral” del peronismo con la que el gobierno le intenta marcar la cancha al conjunto de la oposición[3].

Fernández habló de ponerle fin al impuesto al salario. Algo que habrá que ver en los hechos contantes y sonantes y que no es tan simple, porque de algún lugar tiene que salir la recaudación que se logra metiendo la mano en el bolsillo a los trabajadores, sobre todo cuando se viene el acuerdo con el fondo que “plazo de gracia” y todo, significará ajuste y más ajuste.

Con este anuncio pretende responderle al descontento que se expresó en el sector más concentrado del movimiento obrero, donde el oficialismo perdió votos de manera significativa. Pero, insistimos, hay que ver si el anuncio es real; ocurre que de ser así sería una medida progresiva de las que no se ha caracterizado este gobierno[4].

Luego del domingo, el Frente de Todos continúa siendo un frente como se demostró con la participación de la Cámpora y otros sectores K en la movilización en apoyo a Fernández, lo cual se explica no sólo por un resultado no catastrófico, sino sobre todo por la falta de alternativa al rumbo de gobierno. Cristina Fernández y el kirchnerismo no han esbozado a lo largo de estos dos años más que algunos matices genéricos para contentar a la propia tropa. A la vez, han acompañado cada una de las medidas del oficialismo.

Juntos se ha alzado con 13 provincias y una diferencia a nivel nacional de 8 puntos. Pero el sinsabor de la provincia de Buenos Aires les impidió un triunfo sin “peros”, al tiempo que en Capital Federal la aspiración de conquistar el 50% de los votos no se concretó (lo cual le ha costado perder 3 diputados nacionales de los 10 que renovaba en la capital). De esta manera, no ha logrado emerger como una fuerza dominante con el camino despejado al 2023. Y tampoco ha resuelto la interna entre las “palomas” lideradas por Larreta y Vidal y los “halcones” con Macri y Bullrich a la cabeza (los radicales, por su parte, tienen su propio juego), lo que remite a una cuestión más de fondo: cuál sería el rumbo de retornar al gobierno en las próximas elecciones (un rumbo duro o una nueva variante del centrismo burgués).

Un elemento de cierta estabilidad entre las dos fuerzas mayoritarias es la presión del acuerdo con el FMI, para lo cual el organismo exige no sólo un acuerdo con el gobierno actual, sino con el conjunto de las fuerzas del régimen que le garantice el cumplimiento de cualquier esbozo de entendimiento, gobierne quien gobierne.

Un acuerdo “plurianual” como adelantó Fernández, que deberá ser ratificado por el Congreso con su nueva composición en el que el oficialismo se queda sin mayorías propias (por segunda vez en el Senado desde 1983), y que implicará un ajuste redoblado –aun a pesar del tan mentado “plazo de gracia”- en el marco de una correlación de fuerzas sociales que todavía no han logrado desafiarse –sólo hay que recordar como Macri quedó herido de muerte en diciembre del 2017 por la movilización en la Plaza Congreso-.

Crecimiento electoral a los extremos

Los centros políticos han perdido volumen hacia derecha e izquierda, dando lugar por extrema derecha a un fenómeno que no tenía expresión electoral en Argentina aunque estaba presente en la región con Bolsonaro (y que también tiene un aspirante en Chile con Kast, un neofascista que disputará el domingo la presidencia).

Nos referimos por extrema derecha a personajes que a diferencia de la derecha tradicional o, incluso, lo que llamamos derecha extrema (casos López Murphy o incluso Espert, por ejemplo), cuestionan –por ahora verbalmente- la democracia burguesa como mecanismo de dominación y apuntan a contrarreformas que sólo podrían aplicarse con dictaduras lisas y llanas para esclavizar al movimiento de masas. Junto con esto, hacen alarde de concepciones ideológicas oscurantistas que comienzan a poner en la escena debates desde los extremos ideológicos: neofascismo versus anticapitalismo.

Milei, y por detrás Espert, han hecho elecciones significativas recogiendo un voto juvenil y mayormente de varón es relativamente transversal a las clases sociales (no sólo de clase media, sino incluso de jóvenes populares).

Un “regalo” del gobierno de Fernández, que abandonó en brazos de los reaccionarios a millones de jóvenes sin perspectivas de progresar por la vía del trabajo, condenados a la precariedad laboral y con los ámbitos educativos cerrados durante casi dos años que aún se mantiene en el caso de las Universidades y terciarios (¡algo sin precedentes históricos!).

A su vez recogen votos de comerciantes, un sector de clase media y media alta (como puede verse en la Ciudad de Buenos Aires o incluso en Tucumán con la elección de Ricardo Bussi), que ha girado extremadamente a la derecha.

Por su parte, el FITU ha hecho una buena elección de un 6% a nivel nacional aunque sin consagrar una “elección histórica”, una exageración para la tribuna que salta a la vista cuando se buscan parámetros de elecciones anteriores y sin la suficiente contundencia en sectores más estructurales de la clase trabajadora (aunque se han registrado valiosos “nichos de simpatía” en las fábricas).

Sin ir más lejos, en el 2013 el FIT había logrado un número similar de votos a los obtenidos por el FITU el domingo pasado, consagrando 3 diputados, mientras que en esta oportunidad se han consagrado 4, una cosecha de importancia pero que no parece ser un salto en calidad –los rangos de la votación, sus guarismos y desigualdades, no parecen expresar un salto en calidad aunque sí una votación de importancia para lo que es la izquierda-.

Por otra parte, aunque se pretenda barrer bajo la alfombra una cuestión fundamental reenvía a la relación entre la votación y la orgánica de la izquierda. Sigue habiendo en esto una gran desproporción en el voto del FITU (como así también, lógicamente, y aun más de nuestro partido), entre los votos y representaciones obtenidas (sin duda una conquista) y su traducción orgánica, algo que no es fácil de saldar sin un ascenso mayor de la lucha de clases[5].

Un tema que reenvía, en definitiva, a la combinación entre la representación y las relaciones de fuerzas orgánicas que toda organización con aspiraciones revolucionarias debe construir y conquistar a riesgo de diluir los logros en materia de representaciones en un fenómeno meramente superestructural; sin suficiente “carne” por abajo.

Lo anterior no quita que la novedad haya sido la emergencia de un voto en sectores de trabajadores precarizados; trabajadores pobres que se han expresado con votos hacia la izquierda en municipios populares como La Matanza, Merlo, Moreno o José C. Paz, un voto de mucho valor que no expresa la clase obrera más orgánica[6].

Respecto del perfil de la campaña del FITU, ya hemos abordado en reiteradas oportunidades la “desgracia” de una campaña que en el marco de la crisis económica y política de los últimos meses, y con un sector a derecha extrema que cuestiona el régimen político de manera ultrarreaccionaria, dicho frente no haya desarrollado una campaña realmente anticapitalista sino con un perfil ultra rebajado; el más rebajado de toda la existencia del FITU(desarrolló la campaña más millonaria y menos militante que le hayamos visto en años).

Enormes oportunidades para la izquierda y el Nuevo MAS

Si las elecciones son una suerte de interregno cada dos años, una especie de “sábado” y “domingo”, en lo que viene se expresará la vida cotidiana, la vuelta al “lunes a viernes”, en la cual el peso de la realidad no se mide estrictamente en votos sino en inserción en las estructuras y en la política para la lucha de clases.

Desde luego que las representaciones cumplen un rol y muy importante. Pero la realidad cotidiana es mucho mas vasta: un terreno donde las fuerzas de la izquierda aparecen con su peso, su carácter militante e inserción real.

Lo concreto es que las elecciones han demostrado que existe un terreno de simpatía con la izquierda que debe ser aprovechado para capitalizarlo en construcción cotidiana e inserción; es decir, en militancia en el terreno.

No hay atajos: la única forma de conquistar el lugar de fuerza política con incidencia en la realidad –es decir, ser una verdadera fuerza alternativa- es por la vía de construir partido (junto con sus colaterales y frentes) y con apego a las leyes estratégicas de acumulación que van desde la juventud a la clase obrera; por los distintos movimientos como el de trabajadores de reparto, el movimiento estudiantil, el movimiento ecologista y de mujeres y de trabajadores en general y de ahí a la territorialidad (la combinación de estas leyes no es mecánica pero lo estratégico es hacer pie en lo más orgánico y en las generaciones relativamente más jóvenes).

Nuestra militancia ha dado muestras de una valentía y un valor destacado. No se fue a llorar debajo de la cama durante la pandemia y hemos conquistado enormes avances en distintos frentes: en la pelea por conquistar un sindicato para los trabajadores de reparto por aplicaciones; interviniendo en la lucha de trabajadores precarizados como fue el caso de EMA entre otros, con la construcción de la agrupación Acción Ecológica Anticapitalista, con Las Rojas, y un sinfín deagrupaciones sindicales en fábricas, ámbitos educativos y de la salud, así como en la enorme campaña electoral realizada hacia las PASO marcando agenda con Manuela Castañeira y todas nuestras figuras a nivel nacional e, incluso, en las muy dignas elecciones realizadas en 5 distritos electorales yendo por fuera del FITU.

Se trata de iniciativas que comienzan a dar frutos y nos colocan entre las dos o tres fuerzas más dinámicas de la izquierda argentina. Una construcción que no se agota en lo nacional, sino que parte de la apuesta a una corriente internacional como es Socialismo oBarbarie, cuya apuesta estratégica es a la construcción de una corriente revolucionaria militante entre las franjas más dinámicas que expresan el recomienzo de la experiencia histórica que se está viviendo.

¡Vamos por la construcción de un partido revolucionario que ponga en alto las banderas del anticapitalismo y el socialismo para los trabajadores, la juventud y las mujeres en las condiciones de la crisis que más temprano que tarde podría irrumpir en el país!

 


 

[1]Un dato a retener es que en los municipios del gran Buenos Aires, sobre todo de la tercera sección electoral, el peronismo logró dar vuelta varias votaciones.

[2]Ambos fenómenos son de extrema derecha pero la envergadura relativa de la votación de Milei es más importante que Espert y, por otra parte, el segundo es menos “outsider” que el primero.

[3]El gobierno y el peronismo toda la vida subordina los elementos de movilización directa a sus enjuagues y legitimación electoral, pero no deja de ser interesante su conciencia que la calles tiene una incidencia mayor muchas veces que cualquier elección.

[4]Hasta el momento no hemos podido verificar la verosimilitud del anuncio. Si es algo de nuevo pour la gallerie hubiera sido mejor no anunciarlo porque se le vendrá en contra a Alberto; si es real habrá que hacer las evaluaciones del caso.

[5]Esto es lo que explica que la izquierda en los últimos 8 años ande por guarismos en sube y baja más o menos similares pero que su traducción orgánica no termine de romper la tranquera por así decirlo hacia sector de masas (el movimiento piquetero requiere un análisis particular porque su forma de reclutamiento es básicamente social y no política, aunque haya un sector de vanguardia que se haya ido politizando).

[6]Como quedó dicho, en las fábricas hubo “nichos” muy valiosos de voto a la izquierda pero no fue la tónica: la tónica fue el voto dentro de la grieta.

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