Todos los pronósticos del día siguiente -no del domingo, del lunes- veían negros nubarrones en el horizonte financiero. Los bancos y los fondos de inversiones estaban inquietos. El dólar, que miraba desde arriba al peso a mucha distancia, amenazaba con perderlo de vista. Nada de eso ocurrió. La clase dominante ve al país con desconfianza, pero no con temor.
La Provincia de Buenos Aires tiene la importancia de ser la más «nacional» de la elección, por ser el distrito más poblado y más económicamente concentrado (además de «rodear» a la Capital. Suele definir más de una elección presidencial.
Los resultados fueron de un empate técnico entre las dos primeras fuerzas en los porcentajes, un empate absoluto en los diputados conquistados: 15 cada uno. Esos números son casi una metáfora de la política esbozada por ambos al minuto siguiente de ser conocidos. Ambas fuerzas hicieron guiños de gobernabilidad y «acuerdo» hacia resolver la candente cuestión del FMI.
Este «equilibrio» de fuerzas, en el que más que una mayoría hay dos grandes «primeras minorías», es un excelente escenario para el FMI. El futuro acuerdo solo puede pasar con la aprobación de las dos fuerzas políticas mayoritarias, las únicas a las que se ve con posibilidades de gobernar. Así, el sometimiento al Fondo y sus dictados trascienden a los gobiernos, las elecciones y la «democracia». Los gobiernos y los partidos pasan, el FMI se queda.
Qué dicen los números
En el bastión histórico del peronismo que representa el conurbano bonaerense, si bien no alcanzó para dar vuelta el resultado, la coalición oficialista logró recuperarse. Lo logró por una reacción de rechazo de parte de su base electoral al triunfo en septiembre del (¿ex?) macrismo y moviendo «el aparato» del PJ. Además del dinero que se inyectó en la campaña, la militancia y punteros del pejotismo «transpiraron la camiseta» para llegar a todos los que se habían ausentado sin aviso de las urnas en septiembre. Finalmente, la participación rondó el 73%, un índice bajo para los estándares del país, pero subió 5 puntos desde las PASO. La mayoría de los que votaron en las generales y no lo habían hecho en las PASO lo hicieron por el Frente de Todos.
Los resultados finales indican que Santilli se mantuvo en los guarismos de septiembre, con 39,8% para Juntos. Pisándole los talones, el FDT 38,52% (sumando 3% desde las PASO). 7,50% obtuvo el liberal Espert (trepando desde el 5% arrastrado por el fenómeno Milei). El FITU sumó 1 punto y medio, en parte por la ausencia de otras listas de izquierda, llegando Del Caño al 6,8%. Más atrás quedaron Randazzo con el 4,73% y Hotton con un 2,94%.
En términos absolutos, hubo 8.741.842 votos positivos en noviembre contra 7.917.112 en septiembre. El Frente de Todos pasó de 2.789.022 a 3.368.310: más de 579 mil votos más. Juntos sumó 330 votos más: de 3.149.989 a 3.480.298. Espert fue quien proporcionalmente más subió: con 252 mil votos más, creció más del 50%. El FITU sumó 163 mil votos más, 100 mil de los cuales evidentemente vienen de las listas de izquierda (como la del Nuevo MAS) que no pasaron el piso proscriptivo de las PASO.
El mapa de los resultados
Hay un claro corte regional-electoral. El empate técnico entre Juntos y el FDT no se da en todos los distritos por igual. Mientras en el interior de la provincia predomina el voto de Juntos; en el Conurbano es donde el peronismo hace la diferencia.
El Frente de Todos ganó en 26 municipios, mientras que Juntos se impuso en 109. Sin embargo, salvo algunas excepciones (como Tigre y Lanús), el Frente de Todos triunfó en los municipios más populares (la mayoría de los del Conurbano). Se concentra más gente, mucha más gente, en ellos que en todos los demás. El peronismo suele hacer allí la diferencia suficiente para ganar e incluso imponerse nacionalmente. En 2019 buena parte de los municipios que hoy son amarillos, estaban en azul.
La hegemonía peronista del Conurbano se explica por la tradición de décadas de la organización sindical y social, así como de un peso mayor de la burguesía más afín (industrial, no agraria). La mayoría de Juntos en distritos más rurales y menos poblados se debe a la fuerte influencia política de la clase media comerciante en ciudades relativamente grandes como Mar del Plata y Bahía Blanca; y a la hegemonía social y política de los patrones sojeros en las zonas agrarias (con poca y nula presencia sindical).
Por lo general, la distancia obtenida en los distritos en que el peronismo en hegemónico electoralmente, termina torciendo la balanza a su favor a pesar de la adversidad en el interior de la provincia. Esta vez esa diferencia no alcanzó para remontar el resultado electoral. Y, pese a que se recuperó algo desde las paso, sus resultados también fueron inferiores a los guarismos de 2019.
¿Victoria en la derrota?
Aún con la recuperación del peronismo y el logro de haber convertido la derrota en un semi-empate técnico, también es verdad que el resultado de la elección representa un hecho que ha ocurrido pocas veces desde el retorno de la democracia 1983, la derrota del peronismo en su principal bastión (1983, 1997, 2009). Lo que no puede dejar de significar un ulterior pase de facturas que encenderá la interna en el FDT. ¿De quién es la responsabilidad de la derrota?, y ¿de quién la de la recuperación que, aunque no alcanzó para dar vuelta la elección, logró recortar la distancia? Las respuestas a estas preguntas dependen del resultado de su batalla política interna, que no dejará de tener nuevos capítulos en las próximas semanas y meses.
Ante la ausencia de Cristina en el Búnker con excusas médicas, Alberto tomó la palabra llamando a movilizar junto a la CGT por el «día de la militancia» el próximo miércoles, en un tono semi-triunfalista. Antes se había proyectado un mensaje grabado en el que anunciaba el envío al congreso de un proyecto para buscar consensos con la oposición en la perspectiva de avanzar en un plan económico y el acuerdo con el FMI. Un mensaje de derrota y otro de victoria.
El mayor temor del fernandismo es quedar pedaleando en el aire, sin capital político y acosado por la oposición en el marco de una crisis económica y social como la que se avecina en el país. La oposición tampoco quiere jugar a desestabilizar, sino presionar al gobierno a hacer el «trabajo sucio» del ajuste hasta el último día de su mandato, como lo expresaron en el búnker de Juntos con vistas a recuperar el poder en las presidenciales del 2023.
Polarización en los extremos
En los lugares de trabajo se corroboró un voto castigo al Frente de Todos. Las alegres expectativas de sacarse de encima al macrismo en 2019 se marchitaron cuando el fernandismo avanzó con el ajuste en medio de la terrible pandemia del Covid-19. También ayudó a su triunfo electoral el hecho de que la campaña de Juntos intentó mostrarse con cierta ditancia de la experiencia del gobierno del Mauricio Macri (figura que quedó relegada en la interna junto a Patricia Bullrich, perdiendo espacio frente al «ala moderada» dirigida por Horacio Rodríguez Larreta y Vidal).
Si bien las fuerzas mayoritarias obtuvieron sumadas el 78% de los votos, hubo un sector que se escapó hacia los extremos del arco político. Una parte se fue a Espert. El candidato de Avanza Libertad fue el que más creció entre las PASO y las elecciones generales, pasando del 4,86% al 7,5% (sumó 650 mil votos). Esto se explica en parte por el arrastre del «fenómeno Milei», pero también por su giro discursivo a un perfil populista de derecha. Recordemos sus declaraciones reaccionarias frente al crimen del kiosquero en Ramos Mejía, cuando Espert declaró: «derechos Humanos para la gente de bien y para los delincuentes, cárcel o bala. Después empecemos a hablar de cárcel o bala, pero primero bala».
Los sectores medios de comerciantes urbanos fueron un sector que se radicalizó hacia la derecha en el marco de la pandemia, oponiéndose fervientemente a las medidas restrictivas. Este sector es la base social del ascenso de nuevos sectores de derecha como el fenómeno de los «liberales» en Argentina, y fueron quienes lograron instalar en los primeros lugares de la agenda mediática el problema de la seguridad. Pero también es un problema que hace mella en las sensibilidad de amplios sectores populares, que son los que sufren los llamados «delitos menores», como los hurtos o asaltos violentos.
Los candidatos de las opciones liberales, desde sus histriónicos modales, capitalizaron hipócritamente la bronca con la política tradicional, logrando Espert posicionarse tercero superando a Del Caño. Resaltamos lo hipócrita porque, lejos de representar una renovación, su programa es lo más rancio y viejo conocido de la política argentina. Destruir las leyes laborales y aplastar los derechos de los trabajadores y sectores populares. Defendiendo la libertad total para los capitalistas explotar sin reconocer ningún derecho laboral. No por nada uno de los primeros puntos de su programa es el rechazo al derecho de huelga.
La Izquierda
El FITU se benefició de este fenómeno. La izquierda había obtenido en las PASO el 6,2% (sumando los guarismos del Nuevo MAS y el PO-T a los votos del FITU). En las generales, los votos el Nuevo MAS y el PO-T se trasladaron al FITU por el impedimento de presentarse al no haber superado el piso proscriptivo del 1,5%. Eso sumado a un pequeño crecimiento dio un total de 6,8%, la obtención de dos diputados nacionales, dos provinciales y varios concejales en distintos municipios.
El hecho de que Espert haya arrebatado el tercer lugar a la izquierda y de que los “liberales” obtuvieran 5 diputados nacionales mientras la izquierda está entre 3 o 4, relativiza la pretensión de sus integrantes de anunciar la elección como «histórica». Además, desde el punto de vista militante y de las consignas, su campaña fue gris y conservadora. Orientada a retener los votos y asegurar su banca, sin poner sobre la escena una política disruptiva de denuncia al ajuste en curso o a los candidatos capitalistas, diluyendo el perfil anti sistema propio de la izquierda.
El Nuevo MAS, por el contrario, se destacó en la campaña de las PASO con una campaña que hizo ruido. Consignas como partía la necesidad de conquistar un salario mínimo de 100 mil pesos, a costa de afectar las ganancias capitalistas y, en el caso de pequeños capitalistas que no lo puedan pagar, financiarlo con retenciones al agro e impuestos a las ganancias millonarias. Nuestros votos y nuestra campaña colaboraron con conquistar el lugar que hoy tiene la izquierda. Y aún sin haber obtenido representación parlamentaria, somos parte del fenómeno político que se expresó en la votación al FITU en noviembre. Además, el Nuevo MAS levantó abiertamente la bandera del anticapitalismo a lo largo de toda la campaña.
Que cientos de miles de trabajadores identifiquen a la izquierda con sus reivindicaciones y la defensa de sus derechos es un piso importante para afrontar los desafíos que se vienen. Frente al gobierno y la oposición, que intentarán cerrar con el FMI a costa de aumentar el ritmo del ajuste económico contra los de abajo, el desafío a la larga es convertir la simpatía política hacia la izquierda en militancia y lucha. Esta tarea estratégica es, sí, “histórica”.
La izquierda obtuvo «3 o 4» diputados nacionales? Alguien sangra por la herida. Ni siquiera una nota reflejando la gran elección del FIT en Jujuy. Mas berretas no pueden ser…