Berni dijo que «no le asusta» discutir la pena de muerte

En una nueva declaración demagógica y de corte fascistoide que caracteriza al Ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni afirmó que «no le asusta» dar el debate sobre la pena de muerte en Argentina.

En declaraciones frente a la periodista Romina Manguel, Berni fue entrevistado respecto al crimen de Roberto Sabo, el kiosquero asesinado en Ramos Mejía el último domingo que tuvo un amplio impacto social y mediático.

“No me asusta discutirlo y no lo digo como parte de un marketing. Creo que es imperfecta y constitucionalmente inviable, pero si yo me tengo que sentar a discutirla no le saco el culo a la jeringa”, declaró Berni.

El Ministro se suma así a la tremenda campaña mediática y política que utiliza el crimen del kiosquero para instalar una agenda represiva y correr el debate nacional hacia la derecha, apenas unos días antes de las elecciones.

Baja de la edad de imputabilidad, endurecimiento de penas y dar vía libre a la policía para matar son algunas de las «brillantes soluciones» que se le ocurren a la derecha para combatir el problema de los delitos comunes. Es decir, instaurar un clima de violencia y represión no contra los «delincuentes», sino contra los de abajo, para que nadie asome la cabeza y ni siquiera intente protestar.

Desde la vereda del oficialismo, Berni se suma al coro de fascistas que exigen «mano dura» planteando la cuestión de la pena de muerte. Claro que no le «asusta» discutirlo viniendo de alguien que no le tembló el pulso a la hora de aplastar con policías y topadoras a las casas de cientos de familias y niños de Guernica.

No por casualidad, esta agenda reaccionaria y represiva sólo aparece como «solución» por políticos y periodistas defensores a sueldo del sistema cuando se trata de casos de delincuencia comunes, callejeros, cuyos protagonistas, tanto víctimas como victimarios, provienen de las clases populares. Cuando se trata de las estafas, la corrupción y la evasión fiscal de las grandes empresas y los ricos, cuando no directamente de los crímenes que cometen las fuerzas represivas del Estado, se olvidan de la «mano dura» y se convierten en los primeros «garantistas». Sólo piden «mano dura» con los pobres.

De hecho, es precisamente esa política la que aplica el Estado burgués: salvo contadísimas excepciones, los ricos y los capitalistas siempre salen airosos de sus problemas judiciales, si es que siquiera llegan a tenerlos. En cambio, las cárceles están llenas de pobres y de quienes son los últimos eslabones de la cadena en los hechos delictivos.

Por esa misma razón, el uso de la pena capital en manos del Estado burgués no puede ser sino reaccionario: sería una herramienta represiva aun más brutal por parte del Estado contra los explotados y oprimidos. Y un empoderamiento bestial del corrupto y antidemocrático Poder judicial.

Como la delincuencia es la hija de la exclusión capitalista, el uso de la pena de muerte por el Estado burgués solo reforzaría su aparataje represivo contra los de abajo. Por supuesto, en nada resolverá la cuestión de la delincuencia mientras susbsista la desigualdad y la explotación intrínsecas al sistema capitalista.

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