A las vísperas de un resultado electoral que podría acelerar la crisis

En la cuenta regresiva de las elecciones de medio término, intentaremos colocar algunas definiciones generales respecto del país que puede venir a partir del próximo lunes con los resultados consumados.

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La tarea de anticipar las tendencias sólo puede ser parcial y aproximativa en tanto que los números que resulten de la votación no serán secundarios: un resultado peor o incluso parecido al de las PASO podría acelerar los elementos de crisis presentes en la coyuntura, dando lugar a una crisis política y eventualmente de gobierno. Mientras que por el contrario, un resultado relativamente favorable (algo que está descartado en los análisis incluso del oficialismo) podría mediatizar, aunque no eternamente, las fuertes contradicciones que se viven al interior de la coalición de gobierno y de cara a un acuerdo con el FMI.

Insistimos en que tampoco nos encontramos ante una situación que pueda resolverse simplemente con un “buen” resultado electoral, signifique esto recortar la distancia o eventualmente superarlo por algunos votos (un escenario poco probable). Esta es la astucia de la situación del país. Los elementos de crisis económica que se han acumulado en los últimos años requieren de acciones para su solución, y no del mero rechazo o aceptación en las urnas, aunque desde luego siempre es más fácil actuar con apoyo que sin él.

Dicho esto, luego de la derrota en septiembre, el gobierno ha dado un giro completo respecto de la apertura total de todas las actividades sociales (salvo la educación superior, lo cual representa uno de los mayores ataques que haya sufrido el movimiento estudiantil y la Universidad pública, a la vez que alimenta un clima reaccionario en algunos sectores juveniles). Este giro de 180 grados demuestra el acuse de recibo de amplios sectores sociales desconformes con la prolongación de restricciones sociales, a la vez que expuso al gobierno en un comportamiento errático.

Por el contrario, ha mantenido el rumbo económico sin llevar adelante ninguna concesión significativa, lo cual a priori pareciera limitar las posibilidades de recuperarse significativamente el próximo domingo. Los elementos que dieron origen a la derrota electoral del oficialismo en septiembre (con la excepción de la apertura de actividades) no sólo continúan presentes, sino que se han agravado en este escaso mes y medio. De las elecciones primarias a la fecha la situación económica ha empeorado, con una inflación del 3.5 en septiembre y una estimación similar para el mes de octubre; una verdadera licuadora de salarios que fue uno de los principales motivos del castigo conservador al gobierno de Alberto Fernández.

En este sentido, el anunciado “control de precios” se ha demostrado nuevamente como una declaración de pretensiones sin efectos reales en la vida de los trabajadores. Junto con esto, un nuevo elemento del interregno eleccionario ha sido el despegue del dólar blue respecto del oficial: una brecha cambiaria que hoy superó el 100% ($100 por dólar contra $205 por dólar) que aumenta la dinámica inflacionaria, mete una enorme presión devaluatoria (que es alentada además por el FMI) y que de llevarse adelante tendría efectos destructivos sobre el poder adquisitivo.

Otro elemento con peso estructural y que pone en enormes aprietos al gobierno de Fernández es el postergado acuerdo con el FMI. Respecto de los vencimientos para lo que resta del 2021, está descontado que el gobierno utilizará los dólares recibidos del FMI en concepto de derecho de giros especiales (una contribución del organismo a los países miembros en el marco de la pandemia) para su pago. Pero el acuerdo se ha postergado demasiado y el cimbronazo político que significó el resultado de las primarias ha incrementado el nerviosismo en el Fondo, colocó una duda a los acreedores difícil de despejar: incluso si hay acuerdo en el papel, ¿será el gobierno capaz de pasar el acuerdo del papel a la realidad?

Si durante el primer año de pandemia el déficit fiscal trepó al 8% (una escalada que fue mundial dado que los Estados se hicieron cargo de la economía gravemente afectada) y durante el 2021 se estima que será del 4%, el FMI exige una reducción próxima al 1.5%… No hace falta ser economista para entender que esa exigencia requiere de un gobierno que esté dispuesto a ir a la guerra contra los derechos adquiridos (convenios colectivos, salarios, educación, salud, servicios accesibles, etc, etc) por el movimiento de masas. Concretamente: ¿hará correr la “sangre” que es necesaria para llevar adelante el ajuste que permita ahorrar los 44mil millones de dólares que se necesitan para congraciarse con el FMI? Una duda que remite no sólo a la voluntad, sino también a la fortaleza del gobierno que se requiere para ir a semejante choque de fuerzas con sectores de trabajadores de masas. Fortaleza cuya primera medición será el domingo próximo, pero a lo que hay que sumar la filiación al gobierno nacional de la traidora CGT, toda la burocracia sindical, y el triunvirato piquetero oficialistas, que han actuado como estabilizadores a lo largo de dos pésimos años para los trabajadores y que convocan a una movilización en apoyo al gobierno para el próximo miércoles.

Otro elemento de crisis que podría acelerar un resultado electoral malo es el de la crisis de la coalición de Todos, la cual estalló inmediatamente después del cachetazo electoral. Ésta empezó por el descontento del sector K con Alberto Fernández y su gabinete de ministros, lo cual fue resuelto con relativo acuerdo de las partes, pero se mantiene alrededor del enorme costo político que significa, ya no sólo para el gobierno en sí mismo, sino fundamentalmente para el propio espacio político de Cristina Fernández y La Cámpora, asumir la deuda contraída por Macri y pagarla a como dé lugar (algo que tampoco está tan claro que sea simple para Alberto Fernández). Un elemento de crisis que refiere al condicionamiento objetivo de la base social K de masas que acompañó 12 años de gobierno, y que no se la puede simplemente atacar para cumplir con el Fondo sin suicidarse políticamente en el medio.

Este elemento de crisis irresuelto acompaña por estos días al kirchnerismo y se plasma en tensiones permanentes al interior del gobierno, que tienden a mellar la gobernabilidad de Alberto Fernández y por ende, del gobierno. Tampoco es tan simple pensar a Cristina como “fusible” de Alberto, habida cuenta de que han sido laderos implacables del rumbo del gobierno y no han esbozado ninguna alternativa de fondo, más allá de algunos gestos para contentar a la base propia.

Junto con todo esto, la recta final para la votación del domingo se da en un clima de campaña disputado por la derecha. Si luego del resultado de las PASO se instaló como uno de los motivos de la derrota los bajos salarios y el descontento de los trabajadores con el rumbo económico, rápidamente Juntos y los referentes fascistoides como Milei y Espert, apoyados por los grandes medios de comunicación opositores, han disputado sistemáticamente la agenda por derecha. Esta última semana el asesinato de un kioskero en Ramos Mejía, un asesinato barbárico que retrata las condiciones de marginalidad y exclusión en la cual se encuentra sometida una porción lumpenizada de la sociedad y cuya responsabilidad es de los diversos gobiernos capitalistas del país a la fecha, fue la “excusa” perfecta para correr el debate político de las condiciones de vida y los salarios, al debate sobre la inseguridad.

Aún así, no es para nada descartable que los polos a derecha (Milei y Espert), como también a izquierda, incrementen la cantidad de votos en detrimento de los centros Juntos y Todos. Respecto de esto, hay que destacar que si la derecha fascistoide hizo lo posible por tallar en la coyuntura electoral (por ejemplo la declaración de Espert de meter bala a los chorros y bajar la edad de imputabilidad a 12 años), el FIT-U por el contrario se ha mantenido en una campaña inaudible, sin filo, más allá de “votanos para llegar al Congreso”. Un error de proporciones, sobre todo en el marco de una crisis en ciernes donde el perfil “anti-sistema” aparece más disputado por los liber-fachos que por los candidatos de izquierda. Una impronta de izquierda ultra-light que fue contrastadapor nuestro partido con la intervención de Manuela Castañeira con un discurso anti-capitalista y la campaña por los 100 mil pesos a lo largo de las PASO.

El Nuevo MAS compite este domingo en Entre Ríos, La Pampa, Tierra del Fuego, Santa Cruz y Río Negro y llama a votar críticamente al FIT-U y a Zamora en Capital y Provincia de Buenos Aires. Llamamos a toda la vanguardia y el activismo a prepararse para las dificultades que están colocadas en el horizonte, a acompañar e impulsar experiencias de organización extraordinaria como el SiTraRepA (Sindicato de Trabajadores de Reparto por Aplicación) como un aporte a la defensa de los derechos de los trabajadores, y a continuar el desafío de construir una alternativa anticapitalista y socialista para los trabajadores, la juventud y las mujeres.

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