“Cuando estás en un check point, los obligas a esperar (a los palestinos) mucho más de lo necesario, a veces durante horas, y tomas a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así tú, que estás con cuatro soldados más, los dominas a ellos, que son miles.”
Saul, Yehuda, “Confesiones de un soldado israelí”
El genocidio que viene perpetrando Israel en Gaza y Cisjordania, la reciente guerra del Líbano y, en general, toda la situación de Medio Oriente han resucitado mundialmente en la izquierda y entre los luchadores palestinos un debate programático. El tema es qué programa de fondo –es decir, estratégico– sostenemos en relación a Palestina e Israel.
Subrayamos este concepto de programa estratégico, para que no se confunda con tal o cual consigna más o menos inmediata, como por ejemplo, frente a las masacres diarias del Ejército de Israel, exigir el retiro de todas sus tropas de Gaza y Cisjordania y el fin de los bombardeos. O, ante la grave situación económico-social y sanitaria de las masas palestinas, reclamar el cese inmediato del infame bloqueo del “Cuarteto” (Israel, EEUU, la Unión Europea y Rusia) secundado increíblemente por la mayoría de los gobiernos de la Liga Árabe, como Egipto, Arabia Saudita, Jordania y Cía.
Años atrás –sobre todo en la década pasada, después de los llamados “Acuerdos de Oslo” (1993) que establecieron la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en partes de Cisjordania y en Gaza– este debate programático parecía, de alguna manera, saldado… o directamente fuera de la realidad.
Es que Oslo sembró la ilusión, en primer lugar entre las masas palestinas, de que las cosas se encaminaban hacia la llamada “solución de dos estados”; o sea, la partición de la Palestina histórica entre el Estado de Israel y un Estado Palestino que abarcaría aproximadamente los Territorios Ocupados por los sionistas en la guerra de 1967. “En 1993, cuando los Acuerdos de Oslo se firmaron, prevaleció la idea de que la creación de un Estado Palestino independiente era sólo cuestión de tiempo. Aunque esos Acuerdos no decían explícitamente eso… no impidió que muchos palestinos y otros pensaran así…” (Karmi, Ghada, “A Secular Democratic State in Historic Palestine: An Idea Whose Time Has Come?”).
Pero, paso a paso, los hechos demostraron que los “Acuerdos de Oslo” fueron, al mismo tiempo, un gigantesco fraude de parte de Israel y EEUU (secundados por la Unión Europea y Rusia), y una monumental traición de parte de la dirección del movimiento nacional palestino, encabezada en esos momentos por Yasser Arafat y Fatah. Los acontecimientos del 2006 terminaron de sepultar a esos “Acuerdos”, que eran ya de hecho y desde hacía mucho tiempo, un cadáver político y diplomático, aunque en la letra aún siguen vigentes… y de tanto en tanto se los trata de resucitar.
Es esta candente realidad la que ha motivado la reapertura del debate programático, ya que con Oslo se puso a prueba el programa de “dos estados”. Y pocas veces la experiencia historia ha dado un veredicto negativo tan categórico…
Aquí daremos nuestra opinión en este debate, que tiene una importancia mundial que trasciende los límites de Palestina y Medio Oriente. En primer lugar, haremos una breve historia de la cuestión. Luego, desarrollaremos nuestros puntos de vista de por qué la “solución de dos estados” resultó ser una utopía reaccionaria y por qué es necesario, entonces, reformular el programa de un estado único, secular y democrático –enarbolada por la movimiento nacional palestino antes de la bancarrota de su dirección histórica–, pero en las nuevas condiciones del siglo XXI, que son distintas tanto a escala mundial como regional.
Es que hoy, aun más que en el siglo pasado, es imposible en Medio Oriente (y menos en Palestina) la “liberación nacional en un solo país”. El destino de Palestina –y del enclave colonial conocido con el nombre de Israel– está estrechamente ligado a dos cuestiones:
1) Si va a ser categóricamente derrotado el proyecto neocolonial del imperialismo yanqui del “Amplio Medio Oriente”.
2) Cómo se va a producir esa derrota; es decir, qué actores sociales y políticos, y qué direcciones van actuar y prevalecer en ese proceso. Es decir, si se va a abrir finalmente una alternativa independiente y socialista de las masas trabajadoras y oprimidas, o si todo va a seguir enredado en la realpolitik de las miserables burguesías de la región y sus estados (sean estos “seculares” o “islámicos”).